Por: Rafael Novoa Pupo
Quedaban atrás los complejos momentos que siguieron al fracaso del Plan de la Fernandina, y las horas de la estancia en Dominicana y Haití de José Martí y Máximo Gómez, quienes en unión de cuatro compañeros, arriban a la playita de piedras de Cajobabo.
Martí anota en su Diario de Campaña: “Salto. Dicha grande”. Es 11 de abril de 1895 y comenzaba a hacerse realidad el sueño de desarrollar la vida en campaña, como combatiente de la Guerra Necesaria organizada junto al Generalísimo y Antonio Maceo.
En Cajobabo recibe una calurosa acogida por parte del alcalde de barrio, Sr. Leyva, la que se fortalece a lo largo de la extensa ruta del territorio que hoy conforman los municipios de Imías, San Antonio del Sur, Manuel Tames, Guantánamo y Niceto Pérez, en los cuales estableció campamento.
No obstante, sus dolencias físicas, al internarse en el montañoso territorio, con fusil y managuí de mambí al hombro, Martí sigue a los veteranos oficiales de las anteriores campañas, por las serranías, vive una nueva experiencia que fortalece su capacidad física y sus ideas en torno a la seguridad del triunfo revolucionario.
En Rancho de Tavera, una noticia lo sorprende el 15 de abril: el Generalísimo Máximo Gómez en reunión de jefes, donde participa el comandante baracoano Félix Ruenes Aguirre, ha nombrado al gran habanero Mayor General del Ejército Libertador, para convertir ese día en uno de los más apasionantes de la vida del intelectual antiimperialista.
Al arribar el día 21 de abril a las márgenes del cristalino Sabanalamar, en San Antonio del Sur, se encuentra con el venerable anciano y comandante Luis González Pineda, que le informa de la caída en combate del general Flor Crombet. Martí queda impresionado por la historia de “Luis Chiquito” y plasma en su diario: “Él es el padre de todo el contorno; viste buena Rusia, su casa libre es la más cercana al monte. De la paz del alma viene la total hermosura á su cuerpo ágil, y majestuoso”.
Entre las jornadas guerrilleras por el valle de Guantánamo sobresale el encuentro con José Maceo, al concluir el combate de Arroyo Hondo, sitio donde encuentra la muerte el Coronel Pablo Arcid Duvergel. Allí el León de Baconao designa al joven mambí Luis Dutil, como ayudante de Martí, y este último recibe el primer caballo que montó hasta su caída en Dos Ríos; noble bruto, que procede del ingenio Los Caños, regalo de Adolfo Mesa al Apóstol de la Independencia.
En el campamento de Vuelta Corta de Filipinas el día 27, se produce el encuentro con el coronel Pedro Agustín Pérez y de sus manos recibe la primera bandera cubana, bordada por la mambisa Juana Pérez Gutiérrez, esposa del adalid guantanamero. Sobre él anotaría en su diario: “A la tarde, Pedro Pérez, el primer sublevado de Guantánamo: de 18 meses de escondite, salió al fin, con 37, seguidos de muerte, y hoy tiene 200. En el monte, con los 17 de la casa, está su mujer, que nos manda la primera bandera.”
El 30 de abril, después de pernoctar en 14 campamentos mambises del Alto Oriente y transitar escoltados y protegidos por los hombres de Ruenes y de Periquito, Martí y Gómez abandonan la retaguardia segura de la Revolución del 95, atrás dejaban en las fuerzas mambisas y en los hombres y mujeres del campo una profunda simiente libertaria.
Sobradas razones tenía el campesino Alfredo Thaureaux, el último guantanamero que observó y escuchó a Martí en los límites de la jurisdicción santiaguera, cuando apuntó con esplendida puntería de buen cubano: “Martí era un hombre interminable (…) Como ha pasado el tiempo. ¡Carajo, se va el día ¡Pero Martí queda”! (Con información de Periódico Venceremos).