Martín Morúa Delgado, periodista y patriota cubano, defensor de la igualdad de raza

Por: Rafael Novoa Pupo

Hace ya 111 años que Martín Morúa Delgado falleció el 28 de abril de 1910, a los 48 años, una fecha de luto para el periodismo, la cultura y la nación.

Había nacido en Matanzas el 11 de noviembre de 1857, era hijo de esclavos que compraron su libertad antes de que llegara al mundo. De oficio tonelero en su juventud, Morúa Delgado fue un convencido de la necesidad de la independencia, y un defensor permanente de los intereses de su raza.

Esta posibilidad que tuvo el joven Martín de nacer libre, la aprovechó con el tesón de aquellos a quienes la naturaleza ha dotado de la capacidad de comprender que el camino del trabajo y la superación es largo, por lo general difícil, y que exige voluntad de hierro.

Martín Morúa Delgado hizo los estudios primarios, se cultivó leyendo cuanto cayera en sus manos, ejercitó la palabra escrita, y con poco más de 20 años irrumpió en el periodismo, en una publicación de su ciudad natal, el periódico El Pueblo. Muy pronto, se le consideró implicado en los preparativos de la Guerra Chiquita, por lo que fue a prisión, y aunque el confinamiento fue breve, Morúa una vez libre embarcó hacia Cayo Hueso, para desde allá proseguir su labor periodística.

En Estados Unidos, permaneció dentro de los emigrados que trabajaban por el renacimiento de la insurrección, perteneció a los clubes patrióticos, viajó a Panamá por instrucciones de Máximo Gómez y se detuvo en algunos otros países del área. Por último, se estableció en Cayo Hueso, aprendió varios idiomas como el inglés, francés, y portugués, y se ganó el sustento como lector de tabaquerías, en tanto traducía del inglés y fundaba la Revista Popular.

Una década antes de ser abolida la esclavitud en Cuba, consciente del papel de la libertad y la ilustración en la eliminación de las diferencias entre negros y blancos, Morúa estableció una relación que orientó su accionar público: Sin libertad no hay vida; mas sin ilustración no hay libertad.

En septiembre de 1878 cuando era evidente que la esclavitud tenía sus días contados, en el periódico El Ciudadano, escribió: “La libertad es la base y el progreso de los pueblos. De nada nos ha de valer la libertad del cuerpo si esclavo el espíritu se encuentra dominado por la ignorancia. De nada la de la palabra, si no sabemos decir más que la depravación y el vicio; de nada la de la imprenta, si no respetamos a la prensa. ¿Qué es la libertad de los pueblos cuyos ciudadanos se empeñan en permanecer esclavos?

En enero de 1879, en el primer número del periódico El Pueblo, al que bautizó como “Órgano oficial de la raza de color”, escribió: “Hemos venido al estadio de la prensa con el propósito de contribuir a la unión y perfeccionamiento moral e intelectual de la raza de color”, la cual decía, no será libre porque el gobierno le diga: eres libre. Sabed ser libres y no mendiguéis miserablemente una libertad que os engrandecerá por nuestros mismos comportamientos. La igualdad no se da, se adquiere por medio de la honradez y la instrucción.

Entre 1884 y 1886 participó en los preparativos insurreccionales que dirigía el general Máximo Gómez. En 1890 regresó a Cuba y al año siguiente publicó la novela Sofía, la cual según el crítico Salvador Bueno, “constituye el testimonio de un mulato sobre la terrible discriminación racial. Se incorporó al Partido Autonomista y cuando José Martí organizó el Partido Revolucionario Cubano, partió hacia el extranjero y regresó en 1898 en una expedición. En la República fue miembro del Partido Liberal, Socio Numerario de la Real Sociedad Económica Amigos del País, Senador y primer cubano negro que ocupó una Secretaría: la de Agricultura, Comercio y Trabajo.

La propaganda autonomista lo sedujo y trajo a Cuba de vuelta en 1890. Desde la publicación Nueva Era, fundada por él en 1892, polemiza con Juan Gualberto Gómez sobre los derechos de la raza negra. Es Nicolás Guillén quien escribe al respecto: “El líder de los autonomistas negros fue Martín Morúa Delgado, de padre vasco y madre negra. Morúa demostró desde muy joven una inteligencia brillante, asistida de un espíritu cauteloso. Esto hizo de él un líder de quien el gobierno español podía valerse, y se valió. Para distraer la atención de una parte de la población cubana llamada de color, el joven, se marchó a Estados Unidos, y en el sur de este país vivió durante varios años”.

Entre los empeños que le exige el diarismo, halló Morúa espacio para escribir su novela Sofía, sucedida por una segunda, La familia Unzúazu, que según la crítica contribuye a introducir la corriente naturalista en la Isla. Como crítico dejó su huella en un folleto titulado Las novelas del señor Villaverde. En 1957, en ocasión del centenario de su natalicio, se publicaron en varios volúmenes sus Obras Completas.

El autonomismo lo superó Morúa rápidamente, y no tardó mucho en reencontrar el camino de la independencia. La Guerra del 95 lo llevó a Estados Unidos solo para regresar como expedicionario bajo las órdenes del general José Lacret Morlot.

Si el polemista y el orador eran ya conocidos, la terminación de la contienda y la instauración de la República en 1902 abrieron nuevos surcos al periodista. Fundó el diario La Libertad; tambien dirigió La República; y colaboró en El Villareño. De igual modo incursionó en la política, una esfera nada desdeñable en su vida, por cuanto fue delegado a la Asamblea Constituyente en 1901 y senador de la República. Fundó el Partido Moderado en 1904, presidió el Senado, y se le nombró secretario de Agricultura, cartera que desempeñó hasta su fallecimiento hace 111 años, cuando entonces era una de las figuras descollantes de la política cubana, y un intelectual de alcance nacional.

Es significativo que la Constitución de 1940, mucho más avanzada que la de 1901, recogiera en el artículo 102 la esencia de la Enmienda Morúa que expresaba: “Es libre la organización de partidos y asociaciones políticas. No podrán, sin embargo, formarse agrupaciones políticas de raza, sexo o clase”. Su poco efecto se debió a las leyes complementarias que penalizaban las acciones racistas y discriminatorias, las cuales quedaron pendientes. (Con información de Cuba literaria y Ecured).