Los trinitarios nos enorgullecemos de tender la mano amiga a quien lo necesita, sobre todo en estos tiempos de escaseces de todo tipo y de la COVID-19 que tanto nos ha golpeado y todavía sigue aportando significativas cifras de enfermos y fallecidos

Por: José Rafael Gómez Reguera
La solidaridad, esa hermosa palabra de nuestra lengua, se materializa cada día en predios de Trinidad, como sucede a lo largo y ancho del país. En tiempos de un bloqueo recrudecido, de una terrible pandemia que ha enlutado a no pocas familias, esa contribución que llega a veces de manos insospechadas, nos enorgullece.
Desde el más humilde plato de sopa humeante que sale del hogar al mediodía o ya en la tarde para quien está enfermo o convaleciente y requiere de alimentos nutritivos y calientes, hasta el medicamento que se tiene a mano y se cede, sabedores de que puede salvar una vida, los gestos son cotidianos y hablan de la bondad y del desprendimiento.
Otros son más noticiables, dada su magnitud, como cuando un centro de trabajo decide, entre sus trabajadores, colectar material sanitario o de higiene, y donarlos a centros de la Salud Publica, donde se lucha, en primera línea, contra este enemigo invisible y mortal que nos acecha y golpea.
También está el de aquellos que día a día “doblan el lomo” en nuestros campos, y sacan provecho de la tierra. Conocen ellos el valor del gesto de entregar, sin más recompensa que un agradecimiento eterno, viandas, vegetales y frutas, destinados a hospitales y centros de aislamiento.
Ser solidario, entonces, es ayudarnos nosotros mismos a crecer y contribuir en esta batalla que entre vacunas y autocuidados, vamos ganando y seremos capaces de vencer.