La cultura nos salva

Reconocimiento a la Parranda Típica Espirituana, por su centenario de vida artística, protagonizado por varias generaciones de músicos. Foto: Oscar Alfonso/Escambray.
Reconocimiento a la Parranda Típica Espirituana, por su centenario de vida artística, protagonizado por varias generaciones de músicos. Foto: Oscar Alfonso/Escambray.

Cada 20 de octubre, se honra el alma de nuestro país. En esta jornada se honra a Juan Enrique Rodríguez Valle, musicólogo e investigador; Guillermo González Vasco, director de la Parranda Típica Espirituana; Carlo Figueroa Crespo, realizador radial y líder del Proyecto Sociocultural La Guayabera; Orlando Álvarez de la Paz, espeleólogo y especialista principal del Gabinete de Arqueología de la oficina del Conservador de Sancti Spíritus, y Mario Félix Bernal, Premio Nacional Olga Alonso

Por: Lisandra Gómez Guerra

El 20 de octubre, Día de la Cultura Cubana, se ha convertido en jolgorio obligado para la nación, no solo para honrar, sino como referente para mirarnos mediante el más exacto de los catalejos.

Porque es esencia que nos duele hasta los tuétanos cuando se punza, nos desvela, nos empuja a seguir en tiempos de angustias ya que carga sobre sus hombros todas las esperanzas.

Lo expresó José Martí, el más visionario y universal de los hijos de esta tierra: “La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus males es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura”.   

Mientras, el eminente intelectual y político cubano Jorge Mañach señalaba: “Solo la cultura puede llenar ese hueco enorme que es casi la brecha que separa lo humano de lo animal”.

Tales saberes y legados también estimularon el pensamiento de Fernando Martínez Heredia, considerado uno de los intelectuales más importantes de la Revolución: “La cultura es tan valiosa para nosotros porque, al mismo tiempo que satisface y eleva al ser humano, es un puente imprescindible entre la justicia social como prioridad de la libertad y la liberación de todas las dominaciones y el florecimiento de todas las capacidades humanas”.

Es una construcción constante que nos conduce al concepto más primitivo de Patria: “Tierra a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos” y que ha sido posible gracias al empeño de varias generaciones de hombres y mujeres, quienes, definitivamente, también se posicionan en el altar más sagrado de Cuba.

Demasiados legados vigentes y, otros, caídos en el saco inmerecido de los olvidos. Por eso, nunca serán suficientes todas las labores que nos los regresen, visibilicen, pongan a dialogar con la contemporaneidad para de conjunto continuar empujando a esta isla merecedora de grandes premios: de la Dignidad y de la Resistencia.

No podemos darle la espalda a otro concepto de trascendencia: la identidad, la única capaz de hacernos degustar con beneplácito de la independencia, un anhelo para no pocos pueblos.

Por eso habrá siempre que echar pie en tierra con nuestros referentes, tanto los que suben a los más importantes escenarios como los que conviven en la profundidad de los barrios. Son los responsables de los más nítidos colores, los afinados compases, las más exactas de las coreografías, el inigualable entrecruce de palabras convertido en torrentes de ideas, los ricos sabores que doblegan hasta los más hieráticos de los paladares, los más finos puntos entre hilos, agujas y telas…

Asimismo, merecen los aplausos quienes desterraron el analfabetismo, quienes han llevado a bulbos dosis de salud, quienes protegen y celan lo más autóctono de la naturaleza, quienes cultivan la tierra, quienes cruzan prácticamente la isla para compartir lo poco que tienen con aquellos a quienes un huracán les arrancó hasta los cimientos de su hogar, los que cruzan los mares para hacerle duelo a la muerte arropada de cólera o covid…

También forman parte de este universo —lamentablemente— la somnolencia que muchas veces ahoga a los procesos culturales de Sancti Spíritus, la imposibilidad de contar con un evento que definitivamente obligue a residentes y visitantes hacer parada en este terruño, los tropiezos burocráticos y hasta el conformismo que muchas veces convida a la chapucería.

Es la cultura el alma de una nación —imperfecta, por ser obra de tantas personas—, pero única, irrepetible, gracias a esas raíces que, aun en tiempos de tantas eclosiones foráneas, son defendidas corajudamente en cualquier escenario.

Demasiadas pasiones acompañan el galope de la vida entre tantas tradiciones, prácticas, saberes, independencias que siempre nos confirman lo que magistralmente resumió Reinaldo Cedeño Pineda, Premio de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro: “La cultura no es un entretenimiento, sino un estremecimiento”.

PERSONALIDADES A QUIENES SE LES DEDICA LA JORNADA DE LA CULTURA CUBANA EN SANCTI SPÍRITUS