Leer y estudiar este tipo de textos, escritos por el Apóstol, resulta una valiosa ayuda que favorece la ampliación del léxico, el desarrollo del gusto estético, la sensibilidad y el respeto por la creación artística
Por: Liliam Marisel Quiñones Colomé, Dulce María Echemendía Arcia y Lilia Juana Monteagudo García (*)
Una de las más antiguas y provechosas colaboraciones que se han producido entre las distintas manifestaciones del arte, es la que existe entre música y literatura; se habla, incluso, de que la poesía nació unida con la música, que canciones y rimas se emplearon, inicialmente, para que se recordaran los comportamientos sociales.
Los vínculos que poseen ambas manifestaciones artísticas se centran en paralelismos, mutua influencia y similitudes que generan una simbiosis mágica que ayuda a ver, de una forma más estética, el mundo en distintos momentos de su desarrollo sociohistórico.
Es bien conocido que la literatura es un modo eficaz para propiciar espacios de sabiduría y placer; que, en ella, el uso pertinente y hermoso de la palabra se torna en un modelo de comunicación en el que los valores ideológicos y estéticos pasan a propiciar experiencias culturales que ofrecen caminos donde los conocimientos lingüísticos contribuyen a ampliar la cultura general del individuo y donde lo espiritual tiene un lugar privilegiado.
La música, por su parte, tiene en sí misma el poder de comunicar, de enviar también su propio mensaje; contribuye a la memorización de letras de canciones aprendidas, además de aportar variedad y motivación; y colabora, de forma amena, para recordar palabras y frases que contribuyen a mejorar y a ampliar el dominio de la lengua.
Tanto la lectura de un poema como la escucha de una melodía, suponen un tipo de diálogo con el autor y con el compositor, y cada individuo recibirá distintas impresiones, a la vez que ambas les aportan una valiosísima fuente de enriquecimiento espiritual e intelectual, por lo que es posible aprovechar esa característica especial de la música para escuchar y aprender poemas y entrar en contacto con los textos literarios de una manera diferente.
Desde esta perspectiva, la poesía musicalizada puede ser una valiosa ayuda para una mejor adquisición y ampliación del léxico, para desarrollar el gusto estético, la sensibilidad y el respeto por la creación artística. También ha de tenerse en cuenta, como señala la española Alicia Imilce García Ruiz, en su tesis de máster internacional de profesor de Lengua Española titulada “Poesía con música para la clase de lengua española. Una propuesta didáctica”, que desarrolla algunas de las competencias básicas para cualesquier lector, a saber:
- la competencia artística y cultural, debido a las relaciones interartísticas entre música y poesía.
- las competencias del ámbito lingüístico, ya que permiten un conocimiento de la lengua y una sensibilización respecto a esta.
- la competencia social y ciudadana, porque es una herramienta para la creación y defensa de una identidad cultural.
Al tratar el tema de la musicalización de textos poéticos es insoslayable aludir a la labor realizada con la poesía de José Martí. Según registros y estudios especializados, en 1891 el compositor Benito O’Hallarans o Halloran, tabaquero cubano de origen irlandés y residente en Tampa, le pidió al poeta, quien visitaba su plantación, unos versos para ponerles música. Martí los compuso allí mismo, los nombró “El proscrito”, y los cantó la niña cubana de 11 años María Josefa Granados, natal de Artemisa, quien luego se convirtió en cantante.
El poema, cantado por los cubanos de la Florida, llegó a ser conocido como “La canción del Delegado”, convirtiéndose en la canción patriótica de la emigración cubana, muy interpretada en los años de la guerra del 95, y preservada por varios de los tabaqueros que vivieron en la Florida y se radicaron en Cuba al inaugurarse la República. El texto lo componen dos serventesios, con versos endecasílabos y rima consonante, como puede verse a continuación:
Cuando proscrito en extranjero suelo
La dulce paria de mi amor soñé,
Su luz buscaba en el azul del cielo
Y allí su nombre refulgente hallé.
Perpetuo soñador que no consigo
El bien ansiado que entre sueños vi.
Siempre dulce esperanza va conmigo
Y allí estará en mi tumba junto a mí.
Es significativo destacar que esta canción no ha quedado totalmente en el olvido porque en al año 2015 fue grabada en el CD titulado Con olor a manigua (Colibrí), producido por Rolando Montes de Oca e interpretada por Eduardo Sosa Laurencio, quien estuvo acompañado por el Coro Nacional de Cuba, bajo la dirección de Digna Guerra.
El investigador español José C. Cárdenas, en uno de sus blogs Canción y Poema, publicó en 2020 un detallado trabajo investigativo en torno a los versos de José Martí puestos en música, que consta de varias partes. En una de ellas señala que el primero que le pone música a los versos de Martí fue Sindo Garay, destacado compositor y cantante de la trova tradicional. También abunda acerca de la labor realizada por el pianista y compositor César Pérez, quien crea en 1931 la obra Martianas, para voz y piano, así como sobre la de Ernesto Lecuona, que compuso Siete composiciones con versos de José Martí, para tenor o soprano y piano, estrenadas en enero de 1935 en la voz de Esther Borja.
Resulta evidente que musicalizar los textos poéticos del Maestro ha formado parte del quehacer musical de muchas figuras nacionales e internacionales que han prestado su voz, o su capacidad compositivo-musical, para tales fines. Durante décadas, aunque tal vez no con la difusión que merecieran, grupos o simplemente cantantes, le dedicaron parte de su tiempo, con grandes éxitos, a esa obra creadora.
Tal es el caso, en 1975, de la edición en España del disco LP del grupo Laredo, llamado Versos sencillos de José Martí, que contenía diez poemas musicalizados y una canción dedicada al poeta (“Amigo”). También en 1975, pero en Cuba, se edita un disco LP dedicado completamente a la poesía de Martí: Versos de José Martí cantados por Sara González, con14 canciones en total, en el que la cantautora une la ternura y la fuerza de su música con el aliento actual y vivo de los poemas martianos.
El Centro de Estudios Martianos (CEM), con el objetivo de auspiciar el estudio, la investigación y la difusión de la vida, el pensamiento y la obra de José Martí, edita el disco LP Poemas de José Martí cantados por Amaury Pérez en enero de 1978. Se trata de diez poemas musicalizados e interpretados por este fundador del Movimiento de la Nueva Trova, excepto dos de ellos, cuyo autor es el compositor y guitarrista Mike (Miguel) Porcel, a la vez productor del disco.
Los Calchakis fueron un quinteto de música folclórica andina fundado en Francia en 1960 por el músico y pintor Héctor García Miranda, Calchay (Buenos Aires, Argentina, 1930-París, Francia, 2018), con más de 40 trabajos discográficos en su haber. En 1978 editan el disco Le chant des poètes Latino-Américains. 2ème volumen (Arion), que en español se conoce como La canción de los poetas latinoamericanos, 2. Volumen, y que constituye la segunda parte del trabajo Le chant des poètes révoltés, Vol 1 (Arion, 1974), en español: La canción de los poetas rebeldes, Vol 1, en el que les ponen música a poemas de autores latinoamericanos, entre ellos a los Versos Sencillos, de José Martí.Nuevamente el CEM edita otro LP, en 1979, titulado Ismaelillo. Poemas de José Martí cantados por Teresita Fernández, en el que la cantante, maestra y pedagoga cubana musicaliza e interpreta 15 canciones basadas en el poemario que Martí dedica a su hijo.
No puede negarse que la presencia de la poesía martiana en la música parece haberse convertido en una constante que genera nuevas formas de presentarla, interpretarla y difundirla, tal es el caso del concierto con textos martianos en la obra Salmo de las Américas, por José María Vitier, el 26 de enero del 2003 (con motivo del 150 aniversario del poeta), en el teatro Amadeo Roldán con la Orquesta Sinfónica Nacional; o del estreno en 2021 de dos videoclips en los que jóvenes trovadores cubanos interpretan la poesía amorosa del Apóstol: “Cartas de España”, por Annie Garcés, y “Mucho señora daría”, protagonizado por Leonardo García.
Trabajar la poesía musicalizada en el aula contribuye a que el estudiante, además de realizar el análisis de la obra lírica, cuando el texto ha sido musicalizado compare el tipo de composición literaria (décima, romance, redondilla, cuarteta, cuarteto, etc.) con el género de la musicalización (balada, canción, son, etc.); valore si se respeta el texto original (o los fragmentos seleccionados) en correspondencia con su estructura y vocabulario; determine cómo está lograda la sensibilidad y la expresión de los sentimientos poéticos en la versión musicalizada; cómo el tono, la métrica y el ritmo se relacionan con la melodía e instrumentación realizada (métrica y modo musical) y cómo se hacen evidentes el lenguaje poético y el musical (timbre vocal e instrumental) que marcan la calidad de la interpretación.
Ismaelillo y Versos Sencillos, cuentan con variedad de textos que han sido musicalizados e interpretados por notables cantautores cubanos como Sara González y Eduardo Sosa.
El poemario Ismaelillo es un pequeño libro nacido del amor paternal, todo un canto de ternura, de cariño, de confianza que es, a la vez, el exponente de cómo Martí ansiaba que fuera su hijo cuando se convirtiera en un hombre: honrado, justo, útil e incapaz de prostituirse por el oro; es la tierna ofrenda a quien bautizó en su corazón con el nombre bíblico de Ismael, por significar: ser fuerte contra el destino.
Trasciende ese noble empeño por su sustancial renovación de la poesía: un nuevo aire en las tradicionales formas estróficas que lo convierten en el punto de partida de la modernidad literaria en América Latina. Según Cintio Vitier, este libro propone una renovación de estirpe enteramente hispánica, con la vitalidad, la rapidez y el gusto por el juego idiomático al servicio de emociones humanas profundas. Los más puros sentimientos y valores humanos quedan reflejados en estos versos en los que, mediante diversas formas estróficas, el autor entrega lecciones, consejos y enseñanzas, que no han perdido su lozana vigencia.
El poema “Mi caballero”, por ejemplo, sobresale por el empleo de metáforas e imágenes en versos pentasílabos que expresan la satisfacción del padre ante el juego y la diversión mañanera de su pequeño que lo maneja como si fuese un corcel al que espolea para cabalgar con fuerza, y al cual le tira y enreda sus cabellos. Es un texto de expresión breve y directa, dotado de una emoción desnuda que trasciende, precisamente, por el intenso amor paternal que expresa.
La versión musicalizada de Sara González se distingue porque la cantautora respeta cada verso y cada palabra; le brinda su potente voz a una dulce melodía que transporta al oyente al mágico momento descrito por Martí, a esa imagen en la que padre e hijo se funden a través del amor, del juego y del disfrute de las caricias mutuas.
Los Versos Sencillos, por su parte, son famosos por la espontaneidad, el simbolismo y la intensidad del pensamiento martiano concentrado en formas breves; el poeta sabe descifrar los misterios de la naturaleza y del hombre a partir de él mismo, hasta el punto de hacer de su poemario un libro transparente en tiempo y espacio. Estos poemas revelan la sublimación del dolor, la nostalgia y el ensueño; en ellos predominan la cuarteta y la redondilla, lo que les da ese aire popular que los caracteriza; en cada uno brota la sinceridad en formas delicadas y sencillas, tenues y sentimentales, y reflejan, también, el amor a las cosas pequeñas.
En el poema “XLVI”, de Versos Sencillos, la redondilla es el tipo de estrofa elegida por Martí para expresar un diálogo franco con su verso, en el que confía como si fuera un verdadero amigo con el cual compartir la carga de preocupaciones y dolores que le aquejan. Las imágenes, la prosopopeya, el verso octosílabo y la rima consonante llevan al lector a comprender la esencia del texto completo: el hombre-poesía, el verso hecho carne.
El cantautor Eduardo Sosa Laurencio, al realizar su versión musicalizada, la titula “Verso amigo”, centrándola, precisamente, en el primer verso de la segunda estrofa seleccionada (Yo te quiero, verso amigo); le imprime una sonoridad totalmente diferente y fresca, a diferencia de las versiones realizadas anteriormente por Pedro Luis Ferrer y Pablo Milanés, y reduce la canción a 5 de las 11 estrofas originales, sin que con ello se pierda el mensaje central del poema. La cadencia melódica es sugestiva y contribuye al disfrute de quien la escucha.
Desde el punto de vista gnoseológico, el texto poético aspira a influir en el intelecto y en la sensibilidad del lector más allá de su contexto y de su presente; como obra literaria recorre una trayectoria dialéctica que escapa al horizonte finito vivido por el autor, por ello el lector ha de interpretar y valorar el significado en un proceso comunicativo interactivo, que vinculado con su musicalización, genera un nuevo evento donde el lector supera distancias transformando lo implícito en explícito, lo visible en legible, lo lejano en cercano, lo extraño en propio y lo universal en lo particular.
(*) Profesoras de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez