91 años se cumplen este 6 de febrero del nacimiento de una de las figuras más importantes de la Revolución Cubana, el hombre de la sonrisa amplia y el sobrero alón
Por: Jorge Fernández*
Camilo Cienfuegos Gorriarán es uno de esos nombres imprescindibles cuando se habla de la grandeza de los cubanos. La barriada habanera de Lawton lo vio nacer, el 6 de febrero de 1932, y cuentan quienes lo conocieron que fue un niño muy sociable, alegre y travieso. Era amigo de todos y enemigo de cualquier injusticia, no había muchacho del barrio con el que no se llevara bien.
Aficionado al béisbol y a cazar mariposas, tenía un alto sentido del altruismo y era de los que, en lugar de hablar, actuaba. Con esa premisa ahorró, centavo a centavo, el dinero de su merienda para donarlo a los menores huérfanos, a raíz de la Guerra Civil española.
El sueño de graduarse de la Academia Nacional de Bellas Artes “San Alejandro” lo acompañó en su primera juventud, pero se le escapó de las manos debido a la difícil situación económica de la familia. Ese tropiezo no desvaneció su optimismo natural y, tras modificar su proyecto de vida en función de ayudar a los suyos, se inició en el oficio paterno: la sastrería.
A partir de ahí, su tiempo se repartía entre dobladillos, agujas y telas, pero comenzó a interesarse y, por supuesto, a involucrase en la ferviente actividad revolucionaria de finales de la década del 40, en defensa de causas sociales. Entre 1954 y 1955, tras incorporarse a la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, vivió indistintos periodos de exilio que, finalmente, lo llevaron a New York.
Allí conoció de un proyecto de expedición a Cuba, con fines libertarios, que el abogado Fidel Castro organizaba en México. Quedarse fuera no era una opción, por lo que se trasladó a ese país y, tras ser aceptado en el movimiento, el 25 de noviembre de 1956 zarpó a bordo del yate Granma junto a otros 81 hombres que, como él, estaban dispuestos a vencer o morir por lograr la soberanía de la Isla. A partir de ese momento superó varios retos, junto a los rebeldes, pero su compromiso nunca menguó.
En 1958, tras una fecunda labor combativa, obtuvo los grados de Comandante del Ejército Rebelde. Aquel alto honor no modificó su forma de ser, cercana y jaranera. Él, a pesar de inspirar un profundo respeto, era la alegría de quienes lo tenían cerca. Cuentan que el Che, de carácter más serio y formal, solo consentía las bromas que le gastaba su gran amigo de sonrisa amplia.
Sus tácticas y estrategias brillaban por su eficacia. A solo pocas horas del triunfo definitivo, al frente de la Columna 2 “Antonio Maceo”, protagonizó el histórico combate de Yaguajay que, tras nueve días de incesante lucha, culminó con la victoria de los rebeldes el 31 de diciembre de 1958, y le mereció ser reconocido como el héroe indiscutible de la acción.
La Revolución triunfante de 1959 necesitaba de hombres como Camilo, dispuestos a darlo todo y a estar allí dónde fueran más útiles. Las personas querían mucho a ese barbudo, conocido como el Señor de la Vanguardia, que era la viva imagen de las multitudes que lo aclamaban: un hombre de pueblo.
Su temprana partida física conmocionó a todo el país, pues aún tenía mucho que ofrecer a la Patria que tanto amó, sin embargo, su legado traspasó las barreras de la muerte para mantenerlo vivo hoy, en cada cubano que sienta auténtica devoción por su tierra.
Calificado por el Che como alguien que practicaba la lealtad como religión, el ejemplo del hombre del sombrero alón inspira a las nuevas generaciones. Su eterna sonrisa no se ha apagado y, a 91 años de su nacimiento, Camilo Cienfuegos es un referente de vanguardia para los hijos de esta Isla. (Tomado de Ahora, diario digital de Holguín).
*Estudiante de Periodismo