El 8 de mayo de 1935 fue asesinado en el Morrillo Antonio Guiteras Holmes por las tropas del gobierno Caffery-Batista-Mendieta, quienes llegaron hasta allí producto de una delación
Por: Rafael Novoa Pupo
Antonio Guiteras Holmes, resultó una de las personalidades extraordinarias en el acontecer político latinoamericano del siglo XX y, curiosamente, fue el primero que intervino una empresa estadounidense en Cuba.
Natural de Filadelfia, Estados Unidos, Guiteras resultó tan cubano o más que los integrantes de su generación y desde muy joven se pronunció contra la situación neocolonial de la república cubana y la Enmienda Platt.
Hijo del cubano Calixto Guiteras Gener y de la estadounidense Marie Theresse Holmes Walsh, Guiteras nació el 22 de noviembre de 1906 en la calle Douland Terrace 23, en Bala Cynwyd, suburbios de Filadelfia, Estados Unidos.
Como si naciera en ese momento, Tony Guiteras comenzó su vida cubana a la edad de siete años, en 1913, cuando su padre volvió definitivamente a Cuba para establecerse en Matanzas primero y después en Pinar del Río. En pocos meses en sus relaciones con parientes y vecinos, aprendió a hablar correctamente el español, sin acento como cualquier compatriota.
Lo primero que hizo desde muy niño en Cuba fue sentirse cubano como los Guiteras Font y luego ser el revolucionario más radical de la generación del 30. Muy joven tomó parte en las luchas estudiantiles, desde la enseñanza media, admiró a Julio Antonio Mella y apoyó el movimiento por la reforma universitaria.
Durante sus estudios en la Universidad de La Habana combatió la corrupción del gobierno de Alfredo Zayas (1921-1925) y la política represiva de Gerardo Machado (1925–1933). En 1927 formó parte del Directorio Estudiantil Universitario, como delegado de la Escuela de Farmacia, y organizó delegaciones en Pinar del Río contra la prórroga de poderes por Machado.
Ya graduado su trabajo de viajante de farmacia por todo el país le facilitó la realización de diversas actividades conspirativas y acciones revolucionarias anteriores a su participación en el alzamiento de agosto de 1931, en Oriente, tras el cual estuvo preso hasta diciembre de ese año. Se dedicó desde entonces a la unificación de grupos independientes orientales en una sola organización, la Unión Revolucionaria, que fundó a mediados de 1932 con el objetivo de una insurrección general.
Sus fuerzas atacaron y tomaron el poblado de San Luis el 29 de abril de 1933, y realizaron otras acciones hasta la caída de Machado. Tras la caída del dictador y el rechazo popular a la llamada rebelión batistiana de los sargentos, de objetivos oscuros, las fuerzas del gran poder pensaron en un gobierno que lejos, muy lejos del fantasma del comunismo, acallara los reclamos del enfurecido pueblo.
Un sentimiento martiano animaba su convicción antimperialista. Ello explica por qué su trayectoria siempre estuvo centrada en los intentos de acabar con el ultrajante vasallaje de la nación al imperio del Norte.
Hay jalones en su vida insoslayables para conocer mejor a este combatiente a tiempo completo. Uno de ellos fue su desempeño como ministro de Gobernación y de Guerra y Marina del llamado Gobierno de los 127 días, que sucedió al intento de usurpación de poder encabezado por el sargento Fulgencio Batista luego de la caída del tirano Gerardo Machado el 12 de agosto de 1933.
Ciertamente fue efímera la vigencia de ese gobierno presidido por Ramón Grau San Martín, también de triste papel para la nación, pero el tiempo alcanzó entonces a Guiteras para desplegar una labor relevante a favor de los obreros, trabajadores y campesinos, en pro de la dignidad nacional y dictar leyes y decretos justos, garantes de la equidad y lo más inaudito en aquellos tiempos, totalmente antientreguistas y antimperialistas.
Esa etapa honrosa de su vida solo pudo transcurrir desde el 10 de septiembre de 1933 hasta principios de 1934, en que el gobierno fue obligado a dimitir por las fuerzas reaccionarias encabezadas ya, como se mencionó, por el siniestro Batista.
Tras esa connotada experiencia, sabemos que su fracaso llevó a Guiteras a reforzar la convicción de que la revolución estaba por realizar y se esforzó más que nunca por conseguirlo a través de la insurrección armada y la creación de varias organizaciones que terminaron en la Joven Cuba.
El 8 de mayo de 1935 Antonio Guiteras Holmes libró su último combate, casi solitario y junto a un compañero de lucha, Carlos Aponte: dos revolucionarios que se enfrentaron con bravura a más de un centenar de soldados del ejército cuando intentaban salir del país por la antigua guarnición de El Morrillo, Matanzas, cerca de la desembocadura del río Canímar.
Aponte, luchador venezolano, lo acompañaba con el fin de organizar una expedición armada desde el exterior por la libertad de Cuba. Un compañero de causa de hondas convicciones, como Tony Guiteras, tan de ley como él, quien fuera amigo de Julio Antonio Mella e integrante del Ejército Loco del legendario Augusto César Sandino, en Nicaragua.
Si no se hubieran interpuesto la traición y el crimen bárbaro, al estilo de aquel hombre siniestro y entonces jefe militar del gobierno llamado Fulgencio Batista, el destino de Tony y Aponte sería México, tierra que a tantos buenos cubanos recibió a lo largo de mucho tiempo.
Desde allí le parecía más viable organizar la última carga libertaria, después de una dictadura defenestrada por la marea revolucionaria del 33, sin que se pudieran romper los nexos de la subordinación a los designios de Estados Unidos y al dominio de su gran capital. Lejos de esto, se acentuaba la injerencia y Batista era la carta más promisoria que ya aupaba la potencia neocolonial.
En ese momento histórico, Tony Guiteras, con la perseverancia y la vertical honradez que lo caracterizaban ya había mostrado su estirpe antimperialista en múltiples oportunidades, junto a otras acciones que evidenciaban una clara formación política del lado de la justicia social, en la lucha contra la corrupción, en sus raigales sentimientos patrióticos.
Sí, aunque no afiliado al Partido Comunista, era de izquierda, marxista, cubano valiente y de accionar intrépido, asombroso. Sus acciones e ideales lo definieron y lo hicieron dueño de una de las personalidades más ricas y fascinantes de nuestra historia.
Hombre inteligente, educado, había protagonizado al morir sin cumplir los 29 años, una serie de connotados sucesos, realizados temprano con las luchas en el Directorio Estudiantil cuando estudió Farmacia en la Universidad de La Habana, donde se graduó. Luego trabajó como viajante de Medicina por toda la región centro-oriental del país.
De él dijo Raúl Roa: «…así se perdió la figura más empinada, el ánimo mejor templado, la voluntad más indomeñable, el brazo más enérgico y el espíritu más puro del movimiento nacional revolucionario». (Con información de Prensa Latina, Sierra Maestra y ANEC).