Contaba tan sólo cuarenta y dos años cuando el 19 de mayo de 1895, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano y Mayor General del Ejército Libertador José Julián Martí Pérez, cayó en los campos de Dos Ríos, como había soñado y proclamado en sus versos, “De cara al sol”.
Por: Rafael Novoa Pupo
Desde el desembarco junto a Gómez por Playita de Cajobabo, y hasta el día 18 de mayo fecha en que escribió la carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado desde el Campamento de Dos Ríos, Martí estaba consciente del peligro que lo acechaba, como expresaba en la misiva.
Dos Ríos, fue su primer y último combate, el cual ocurrió como había vaticinado cuando expresó: «Se ha de vivir y morir abrazado a la verdad. Y así, si se cae, se cae en una hermosa compañía...»
La acción de Dos Ríos es uno de los hechos de armas más conocidos de las guerras cubanas por la independencia, pero a pesar de los más de mil enfrentamientos ocurridos durante aquellas gestas, esta no figura entre los encuentros de mayor envergadura operacional, ni de alto número de bajas por ambas partes, ni de más duración. Es la muerte de José Martí, lo que le ha conferido relevancia particular.
Precisamente por ello, la historiografía militar cubana contemporánea tiende a calificarlo como una victoria de las armas colonialistas, las que entonces le atribuyeron ese carácter triunfal, dada la magnitud política que significaba la caída del principal organizador del movimiento patriótico y de la nueva guerra.
El propio jefe de la columna española, el entonces Coronel José Ximénez de Sandoval, valoró el hecho en gran magnitud en cuanto supo quién era el insurrecto abatido, y procedió a retirarse para comunicarlo a sus superiores, cargando con los despojos mortales del maestro.
De igual modo, las autoridades supremas españolas, al conocer del hecho ordenaron conducir el cadáver hasta Santiago de Cuba para su plena identificación, pues había que confirmar quién era el caído, para luego explotar el desánimo y la tristeza entre las tropas mambisas, y los clubes del Partido Revolucionario Cubano.
Una vez comprobado que efectivamente se trataba de Martí, con lenguaje de victoria se informó desde La Habana al gobierno en Madrid, y con similar perspectiva fue informada la noticia tanto por la prensa de la Península, como por la de la Isla.
Martí creyó en la muerte necesaria, y como tal, puso su vida al servicio de la causa de su pueblo, sin importarle los riesgos que ello entrañaba.
Ante un nuevo aniversario de su caída en combate, la figura e ideas del Apóstol se erigen triunfantes en la patria, porque se hizo realidad en su pueblo lo que expresara como una convicción un año antes, cuando dijo: “No hay más que un modo de perdurar, y es servir”.
José Martí desapareció físicamente hace 128 años, y desde ese instante, su figura creció en dimensión histórica y se inmortalizó, para seguir siendo fuente de motivación y enseñanza, no sólo para los cubanos, sino también para cientos de miles de hombres y mujeres en América Latina, y el resto del mundo.