El 19 de septiembre de 1925, en presencia de su esposa e hijas, fue asesinado en Morón, actual provincia de Ciego de Ávila, por esbirros de la tiranía de Gerardo Machado, el dirigente de los trabajadores ferroviarios Enrique Varona González
Por: Rafael Novoa Pupo
Natural de Consolación del Norte, actual municipio en la provincia de Pinar del Río, Varona desde muy joven se consagró al cultivo del tabaco, trabajo al cual renunció por los bajos precios de la hoja, y decidió emplearse en otros trabajos. Luego se radicó en Morón, donde se desempeña como maquinista en los ferrocarriles en 1919. Ese mismo año, encabeza una huelga general ferroviaria, la que no fue secundada por trabajadores de otras regiones, ante la amenaza de despido lanzada por la empresa.
Por sus méritos y reputación dentro del colectivo, en 1922 sus compañeros lo eligieron presidente la Unión de Trabajadores y Empleados de los Ferrocarriles del Norte de Cuba, momento en que modificó un gremio desmotivado y mal organizado, logrando la unidad de acción de sus afiliados con los estibadores y ferroviarios de la ciudad de Cienfuegos y otras regiones del Oriente cubano.
También Varona llamado popularmente “El líder de las mil huelgas”, organizó sindicatos en los centrales de la antigua provincia de Camagüey. Además se relacionó y trabajó conjuntamente con Alfredo López, y la Federación Obrera de La Habana.
A principios de octubre de ese año, se encontraban en huelga los centrales Morón, Patria, Velasco, Violeta y Cunagua. El gremio ferroviario apoyó esta acción y como consecuencia el gobierno ordenó el arresto de Enrique Varona y otros dirigentes. Gracias a la labor del sindicato «La Unión» y el temor del gobierno de provocar una grandiosa huelga de los ferroviarios, se consiguió la libertad de estos líderes.
Una vez puesto en libertad, Varona desplegó una extensa labor revolucionaria a favor de los trabajadores y lograr el nexo con otros sectores. Un ejemplo de su dedicación a la clase obrera y su firmeza de principio, fue cuando estando preso en Morón, en el momento en que lo visitaban su hija y su esposa, llegaron a verlo tres abogados de la Cuban Cane, quienes después de un breve diálogo, trataron de persuadir al líder obrero, ofreciéndole un cheque en blanco y un pasaje de avión para el país que deseara, con tal de que abandonara la lucha, soborno por el cual Varona salió de aquella oficina indignado.
Eran cerca de las ocho de la noche el día de su muerte, cuando Varona acompañado de su esposa Ana Lugo, su hija Nieves y unos sobrinos, partía desde su casa hacia el teatro Niza. Tal como describiera su viuda: “Iba elegantemente vestido pero sin sombrero, el cual nunca usó. Al transitar por la calle 5 y llegar a la calle Serafina, el asesino sorbía un vaso de agua en la bodega de la acera de enfrente. Nadie se percató de que el malvado bodeguero cerraba con apuro dos de las entradas de su establecimiento, dejando solo abierta la puerta que daba precisamente frente al portal por donde iban a pasar el líder sindical, y su familia.
El Sicario, salió de la tienda y acortó la distancia que lo separaba de su víctima. “Nos vamos a divertir mucho…”, comenzaba a decir Varona, cuando este le disparó a quemarropa. El dirigente obrero lentamente fue cayendo en un vano intento de agarrarse de su esposa, quedando en la acera boca arriba con los brazos extendidos, queriendo articular un sonido pero no pudo. Su compañera lo abrazó fuertemente, acunó la cabeza en su pecho, en tanto alguien gritaba por auxilio y entre el vocerío se distinguía la voz de su hija Nieves, que expresaba con profundo dolor: “Mataron a papaíto”.
Tras conocer su muerte, el líder estudiantil Julio Antonio Mella escribió: «Hermano luchador, ¿quién hubiera podido profetizar tu final trágico? Líder magnífico. Gigante de cuerpo y de pensamiento. Tú estabas hecho para la vanguardia del ejército proletario. Grande como un gladiador, la misma muerte parecía temerte. Tu palabra desordenada como la lucha en los campos de Cuba, era palabra de profeta anunciador de una nueva era. Tu dirección en las formidables huelgas de los centrales azucareros era una esperanza para el proletariado ávido de nuevas conquistas. ¡Salud, general de los bisoños y rojos ejércitos proletarios de Cuba! Cuando pasen los años y el proletariado destruya las tiranías sociales, tú habrás sido también un precursor». (Con información de periódico Invasor y Agencia Cubana de Noticias).