Ma’ Dolores, la negra gangá: ficción y verdad

Por: Juan Carlos Naranjo

Fueron muchas las acusaciones en su contra: que si practicaba la brujería negra, que si usaba los huesos de las personas muertas para hacer polvos, que si su gracia la había adquirido en los barracones con los negros brujos africanos, que si esto, que si aquello. Lo cierto es que pudo sobreponerse a las delaciones, porque siempre hizo el bien.

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Llegó de la distante África como tantos otros paisanos obligados a servir. Sin embargo al anonimato le fue ganando la fama. Aquella negra gangá ayudaba a sus hermanos de raza y a los clientes blancos que la medicina no solucionaba sus males .Por eso de parajes lejanos llegaban muchos desahuciados por la ciencia.

Así fue dándose a conocer María Dolores Iznaga Cabarnao quien residía en una finca en la zona norte de Trinidad. Su bohío estaba lleno de hierbas, plumas y polvos que usaba en la brujería y tratamientos médicos.

Crecía la popularidad de la curandera, quien también sanaba especialmente a los niños con aplicaciones de saliva y agua de un manantial cercano a su vivienda, que hoy se conoce como La Poza de Ma’ Dolores.

Los poderes benéficos de la negra africana seguían molestando a las autoridades españolas que no tardaron en  acusarla de encubridora de los insurrectos y su casa, centro de conspiraciones contra la corona.

El 15 de mayo de 1875 Ma’ Dolores fue llevada a la cárcel con otros veinte cómplices. Sin embargo, en el registro de su vivienda no hallaron armas, solo caracoles, hierbas, plumas de lechuza, huesos de animales, y un altar con todos sus santos. Aún así fue condenada a muerte. El suceso confirmó los poderes sobrenaturales de la convicta.

Y es que el juez que ofendió a María Dolores en el juicio, amaneció enfermo en su casa, una hemorragia cerebral le diagnosticaban. La noche anterior el cielo se nubló y una descarga eléctrica incendió el bohío que se levantaba frente al juzgado, y el sargento que perseguía con unos voluntarios a los mambises, cae del caballo y se le fractura una pierna.

Las autoridades nerviosas por lo que estaba sucediendo no sabían qué hacer con la curandera, aunque reafirman la pena de muerte por fusilamiento, sin embargo, la condenada se mantenía incólume, nada temía.

Por fin llegó el día de la ejecución. Desde bien temprano el pueblo se dirigía a la Mano del Negro donde sería fusilada. Los soldados con bayonetas trataban de mantener el orden. Los negros esclavos rezaban por su coterránea.

La aparición inesperada de un oficial español con un pliego en sus manos, despertó la curiosidad de la muchedumbre: la bruja gangá se había salvado de una muerte injusta .Y es que la pena capital le fue conmutada por el destierro hacia La Habana: el 14 de marzo de 1876 partía hacia esa ciudad.

María Dolores Iznaga fue de carne y hueso, solo que en torno a ella se tejió un halo de misticismo, quizás por las virtudes que desperdigaba al curar. Y es que los esclavos traídos de África no vinieron solos, con ellos la potencia del espíritu, sus brebajes, su fuerza interior.

Hoy Ma’ Dolores engrosa el imaginario de Trinidad, una ciudad también mística. Su poza está en el lugar de siempre, incluso hay quien jura haber visto a la negra en sus orillas en busca de agua para sanar.