Por: José Rafael Gómez Reguera
El entusiasmo y los criterios de los vecinos vencieron la natural timidez de Emiliano Ramírez Santander y le decidieron a buscar quien dejara constancia gráfica sobre su singular hallazgo: una yuca, recién extraída de la tierra, que pesó 18 libras.
Un metro y 15 centímetros de largo es más que suficiente para probar el gigantismo de este fruto de la tierra trinitaria, más exactamente de la zona de El Quemado, por el poblado de Caracusey, donde el hermano tiene su finca.
De 75 años de edad y jubilado como chofer, él no recuerda algo semejante. Reconoce que por allá la tierra es buena, pero jamás pensó que tras casi siete meses, cosecharía una yuca de estas proporciones, capaz de hacer las delicias de cualquier mesa, “porque son yucas que se ablandan fácilmente y tienen muy buen sabor”-asegura.
Guardar semillas de un año para otro, conseguir que el agua no se estanque y atender el cultivo son faenas tradicionales por esos lares, por donde no pocos quieren conseguir semillas para expandir tan generoso tubérculo. Esta sola mata de ayuda, afirma, “debió dar como 30 libras”.
Emiliano está contento con su cosecha, producto del trabajo honrado en unos 30 cordeles, cuyos resultados venden a la empresa acopiadora y comercializadora estatal ACOPIO, y el resto a quien se llegue por allá por El Quemado. Las imágenes dan fe de esta yuca devenida placer de la mesa en año nuevo.