Por: José Rafael Gómez Reguera
Trinidad, la Tercera villa fundada por los españoles en Cuba en enero de 1514, se caracteriza por la abundancia de calles empedradas, grandes palacios, palacetes y casonas coloniales con techos de tejas criollas acanaladas que parecen hechas para hermosear el paisaje con sus tonos rojizos o carmelita;pero también es la ciudad de numerosos parques.
A ellos acuden los trinitarios y las trinitarias de cualquier edad, junto a nuestros visitantes foráneos, en busca de descanso, para recrearse la vista o para conversar con los amigos, a la sombra de los árboles o bajo las enredaderas floridas y olorosas.
Parques grandes y pequeños los hay lo mismo en el Centro Histórico de la villa que en los alrededores, en las áreas más modernas de Trinidad. El parque Céspedes, en la antigua plaza Carrillo, es uno de los más hermosos, mucho más ahora que ha sido reconstruido tras los cuantiosos daños ocasionados por el huracán Dennis, de mediados de 2005.
Otro de singular belleza es el que se encuentra en la Plaza Mayor, rodeado de los museos Romántico, de Arquitectura Colonial Trinitaria, del museo de Arqueología Guamuhaya, de la Galería de Arte Universal Benito Ortiz Borrell y de la Parroquial Mayor Santísima Trinidad.
El parque de Santa Ana, frente a la antigua iglesia de igual nombre; el que existía en la plazuela de Las Tres Palmitas, llamado así porque estaba fralqueado por tres pequeñas palmas, el de Punta Brava y el de Punta Alegre, ambos en las intersecciones de las calles Gutiérrez y Santo Domingo y Santo Domingo y el paseo de Concha, respestivamente, constituyen otros ejemplos de zonas de esparcimiento, de tranquilidad bajo el verdor de los árboles.
En todos, la risa de los niños en patines, bicicletas o simplemente en compañía de sus padres y abuelos, y el bullicio de los jóvenes, constituyen símbolos de la Trinidad de hoy, con casi cinco siglos de existencia pero a tono con los tiempos modernos.