Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
Trinidad se unió definitivamente a la familia de ortopédicos cubanos. Durante una semana lo que más vale y brilla de esa especialidad, en Cuba y buena parte del mundo, conoció la famosa hospitalidad de este pueblo, las bellezas arquitectónicas de la villa y la cálida acogida que prodigaron los trabajadores de los hoteles Ancón y Brisas Trinidad del Mar, sedes de la cita médica.
Resultó entonces un escenario magnífico para el intercambio profesional y la actualización en cuanto a modernas técnicas y tratamientos de diversas afecciones ortopédicas que hoy afectan la calidad de vida de los cubanos.
Fiel a su convicción, el Doctor en Ciencias Rodrigo Álvarez Cambra, líder de esa especialidad en Cuba, trajo la prestigiosa cita médica hasta predios espirituanos para ratificar la calidad de esos servicios en la provincia y también con el ánimo de saludar ambas villas en su medio milenio.
Del 22 al 27 de septiembre la comunidad médica concentró en Trinidad su atención en un programa verdaderamente ambicioso: sesiones teóricas, discusión de casos, talleres prácticos, conferencias magistrales, la exposición comercial, lo cual cubrió las expectativas de los delegados asistentes por Cuba y más de 15 naciones del mundo.
El evento estrechó lazos de trabajo, permitió el reencuentro entre amigos, la concertación de nuevos nexos de cooperación, como la excelente noticia del convenio impulsado por el Complejo Científico Internacional Ortopédico Frank País y la empresa alemana Ottobock, que aportará más de 3 millones de euros a fin de modernizar la tecnología empleada en la fabricación de prótesis y otros aditamentos con el propósito de reanimar estos servicios en la isla grande y ampliar la colaboración hacia naciones de América Central y el Caribe.
No solo los participantes vivieron jornadas intensas durante el debate científico, también los anfitriones nos contagiamos de ese espíritu de intercambio; y la presencia de tan distinguidos visitantes quedará grabada en la ciudad, más allá de una placa y un fijador externo que finalmente quedó unido a un cocotero de la Península de Ancón.
El Profesor, como respetuosamente le llaman discípulos y reconocidos especialistas, ofreció lecciones de humildad y constancia, pese a su autoridad profesional; ayudó a plantar una palma en los jardines del hotel Ancón, ahora símbolo de la instalación turística, atendió directamente a pacientes, agradeció a las autoridades locales y al pueblo por tanto empeño para hacer de este “el mejor congreso que se ha realizado”.
Más allá de experiencias e investigaciones premiadas, los asistentes se llevan el trofeo del desvelo cotidiano, casi siempre anónimo, de crecerse ante carencias materiales y hacer de la ortopedia cubana un referente en todo el mundo para mejorar dolencias y devolver sonrisas.