Nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro, encauzó las operaciones que derrotaron aquella acción contra la nueva Revolución con su magnífica inteligencia y precisión en sus ideas
Por: Mariolys González Calderón
El 13 de agosto de 1959 en los alrededores de la central ciudad de Trinidad, bajo la guía del Líder Histórico, la directiva revolucionaria impidió la primera conspiración contrarrevolucionaria, al frustrar una invasión instaurada por el tirano dominicano Rafael Leónidas Trujillo, que supuestamente iba a ser respaldada por un levantamiento armado interno.
Aquel hecho ha trascendido hasta nuestros días como “la conspiración trujillista”, a pesar de que en su comparecencia ante las cámaras de la televisión, Fidel puntualizó que la participación del dictador dominicano en las actividades anticubanas era solo un aspecto circunstancial, ya que los verdaderos enemigos de la nación eran “los intereses creados extranjeros”, forma que usó para referirse al gobierno de Estados Unidos.
Días antes, el 26 de julio, el máximo líder de la Revolución había expresado una idea semejante: “[…] nuestros enemigos son los grandes intereses, los grandes monopolios, los grandes intereses creados de la oligarquía internacional”. En realidad, la conjura a la que se asestaba un importante golpe constaba de diferentes tipos de acciones aprobadas desde la Casa Blanca, con objetivos que rebasaban las pretensiones de Trujillo.
El triunfo revolucionario en enero de 1959 había ocurrido a pesar de todo lo que se hizo desde Washington para impedirlo. Nada más recordar que el director de la CIA Allen Dulles en reunión del Consejo de Seguridad Nacional en diciembre de 1958 señaló: “Es necesario evitar la victoria de Castro”. Desde mucho antes, entre otras acciones se encontraban organizando un intento de mediación a través de la Organización de Estados Americanos; hicieron un llamado a la “responsabilidad hemisférica” que encontró como respuesta el ofrecimiento de Trujillo para apuntalar al régimen batistiano con cinco mil soldados; e intentaron encontrar una “tercera fuerza” que deslegitimase la lucha revolucionaria.
Desde la segunda mitad del año 1958 se dieron pasos para que el poder fuese tomado por una junta “cívico-militar”, un esquema que trataron de aplicar para escamotear el triunfo tras la fuga de Batista, maniobra frustrada por Fidel al llamar a la huelga general revolucionaria y ordenar la rápida ocupación por Camilo y Che de los campamentos militares de Columbia y La Cabaña.
Por iniciativa del empresario y político batistiano Rafael Lincoln Díaz-Balart, el 28 de enero de 1959 surge en Nueva York, la organización contrarrevolucionaria La Rosa Blanca, que pronto nuclearia a elementos opuestos en el país al nuevo Gobierno cubano, y en el exterior a los que se fueron con Batista y a otros tempranamente emigrados hacia la norteña nación.
Según la historia, uno de los intrigantes, alentado por la deserción de Pedro Luis Díaz Lanz, hasta entonces jefe de la Fuerza Aérea Revolucionaria, y apoyado por el señor Augusto Ferrando, cónsul dominicano en Miami, le propuso al norteamericano William Morgan, integrante de la jefatura del II Frente Nacional del Escambray, participar en el complot para derrocar a Fidel.
Morgan informó a su jefe, Eloy Gutiérrez Menoyo, acerca de la proposición, y este, temiendo quizá las consecuencias –en caso de que la Seguridad estuviese al tanto— determinó comunicárselo al Comandante en Jefe. El líder de la Revolución optó por seguirles la corriente a los rosablanqueros e infiltrarlos con agentes de la Seguridad cubana.
A partir de ese momento los preparativos se apresuraron. El americano viajó varias veces a Miami y allí se entrevistó con Ferrando y con otros personajes y se establecieron contactos directos con Trujillo a través de su enviado, el cura Ricardo Velasco Ordóñez.
La conjura revistió carácter nacional y en ella estaban implicados más de mil individuos. El plan consistía en la ocupación simultánea de importantes centros militares y económicos, la sublevación de guarniciones del Ejército Rebelde y el bombardeo de las ciudades de La Habana y Santiago de Cuba por aviones dominicanos.
Esta acción se completaba con la creación de un frente armado en el Escambray, cuyo fin era la rápida toma de la Tercera Villa, Patrimonio de la Humanidad, su aeropuerto y el puerto de Casilda, por donde debían recibir desde Quisqueya los refuerzos en hombres y armas que les enviaría Chapitas, consistentes en un llamado Ejército de Liberación formado por cubanos y tres mil mercenarios de la llamada Legión del Caribe.
En cuestión de días llegó de la Florida el agente CIA Morgan al frente de una embarcación con 40 ametralladoras calibre 30 y decenas de miles de proyectiles para estas, mientras aeronaves procedentes de Santo Domingo lanzaron 25 paracaídas en Playa Inglés, cerca de Trinidad, con armas y pertrechos.
No cabe duda que plan era ciertamente peligroso porque, según Etcheverry Vázquez y Gutiérrez Oceguera en su libro Bandidismo, derrota de la CIA en Cuba, se preveía aterrizar un llamado gobierno provisional en la ciudad Museo del Caribe y solicitar la intervención militar de Washington a través de la Organización de Estados Americanos, que estaría celebrando la V Reunión Interamericana de Consulta de los ministros de Relaciones Exteriores, solicitada por Trujillo y apoyada por el delegado yanqui.
El propósito, era sondear una calumniosa acusación contra Cuba referida a la supuesta violación de los derechos humanos en la Isla y para presentar al Gobierno de La Habana como responsable de las tensiones en el Caribe.
Ante la peligrosa coyuntura, Fidel decidió detener a los conspiradores presentes en la capital. Luego, oficiales rebeldes se trasladaron a Las Villas para capturar a los conjurados. De inmediato se enviaron tropas a la zona de Trinidad con el objetivo de simular una situación de guerra en la ciudad y sus alrededores.
El 12 de agosto en el aeropuerto trinitario aterrizó un avión C-47 trujillista con armas y pertrechos para los supuestos alzados, mientras en la pista y sus alrededores se desarrollaba una comedia de vivas a Trujillo y consignas contra la Revolución, en tanto, a lo lejos, se escuchaba el fragor de supuestos combates.
El día 13 se produjo una nueva incursión del avión, que sería la última. El aparato arribó sobre las ocho de la noche con su carga bélica y, tras un breve pero intenso tiroteo, fueron capturados sus tripulantes, entre los cuales hubo varios muertos y heridos. Por desgracia, esta operación costó las vidas de los revolucionarios Frank Hidalgo-Gato, Elio Paz Alonso y Oscar Reitor Fajardo, quien resultó herido de gravedad y falleció 42 días más tarde.
Fue un Girón anticipado que, por su trascendencia y novedad. Cuba mostró que era capaz de defender su independencia, su libertad y su soberanía, y así ha continuado siendo durante más de medio siglo, en las numerosas operaciones subversivas que le sucedieron a estos hechos.