Periódico Escambray de Sancti Spíritus: 40 años al servicio de la Revolución

Momento en que el Fidel entrega el Gran Premio a Escambray en el II Festival nacional de la prensa escrita. Foto: Escambray.cu

Por: Mary Luz Borrego

Han transcurrido 40 largos años desde que aquel 4 de enero de 1979 el periódico Escambray vio por primera vez la luz en su casa de Adolfo del Castillo No 10, no tan lejos del centro histórico de la ciudad, donde mantiene su “cuartel general” hasta hoy.

Escambray ya no se escribe igual que aquel lejano 4 de enero de 1979. Aunque mantienen la cepa, sus páginas mucho han mutado. Un periódico se parece a su tiempo y desde siempre los días transcurren indetenibles, como el agua en las cascadas. Con 40 años, Escambray aún camina garboso y joven, pero curtido. Invariablemente, mañana amanecerá otro titular en su portada.

Una primera página antes solo de papel, de martes a domingo, como reloj inglés. Y justo ahí todos reconocen su metamorfosis mayor. Ahora el periódico solo se imprime los sábados, pero todos los días se siguen publicando noticias en su página digital para saborear no solo en Sancti Spíritus, sino en toda Cuba y hasta en la más remota esquina del planeta. Escambray permanece como fiel escriba de su tiempo.

PROYECTO A BUEN PUERTO

En los años que Fe Dora Fundora trabajó como enfermera jamás asistió a un parto tan largo y difícil. Nombrada como directora de un periódico que no existía, comenzó a trabajar un año y medio antes en aquel sueño. Primero en la antigua emisora y después en la Biblioteca Provincial, donde preparaban un diario en seco que los lectores aún desconocían.

“Pienso que fue una buena locura. Se nos unían los días y las noches en ese afán; no teníamos nada, ni transporte, ni tinta, ni papel, ni técnica, pero nunca perdimos la confianza en que saldría… Ver el primer número fue una gran fiesta, una emoción infinita”, recordó hace algunos años en estas páginas la primera directora de este órgano de prensa.

Con el transcurso del tiempo, muchos de aquellos 63 hombres y mujeres que emprendieron la compleja misión de parir un periódico cambiaron de rumbo: unos permutaron de medio o emigraron del país; otros abandonaron los tortuosos caminos del periodismo; y algunos ya se jubilaron o lamentablemente fallecieron.

De aquellos iniciadores, solo el reportero Pastor Guzmán se mantiene activo en la Redacción: “Empecé aquí casi de casualidad, algunos compañeros me lo propusieron y cuando vine a ver, sin apenas darme cuenta, ya estaba metido en este proyecto. Mi vida se identificó con el periódico. Todos aprendimos un poco de los demás. He aportado lo que he podido, fundamentalmente en las temáticas históricas e internacionales. Me quedé porque consideré que aquí era necesario y útil, no imprescindible, porque el periódico es un empeño colectivo”.

Usted que ha vivido todas las épocas del periódico, ¿cómo define a Escambray hoy?

“Como un órgano hecho, maduro, logrado, como un proyecto que ha ido a buen puerto, que se ha ganado la confianza depositada en él, que ha cumplido y ha superado las expectativas iniciales. Ha alcanzado premios nacionales. Como Patria, es un soldado de la Revolución. Espero que cada vez el periódico sea más eficaz y obtenga mejores resultados”.

Bajo la sagrada premisa de no dejar de circular ni un solo día, Escambray fue conformando su personalidad con algunos hitos que vale la pena recordar: el cambio de la ruidosa rotativa de principios del siglo XX por un moderno sistema de impresión offset —la computadora sustituyendo al linotipo y las barras de plomo con notable mejoría para la calidad de las fotos, claridad de los textos y que acortó horarios de cierre y circulación—; permuta del color verde por el rojo y del formato de sábana por el de tabloide; paso de diario a semanario ante la escasez de papel; mutación de textos mayoritariamente escritos al borde de la inmediatez por materiales más reflexivos, retocados, creativos; la fusión de reporteros generalmente empíricos con colegas recién salidos de las aulas universitarias para juntos alcanzar la madurez profesional.

Sin embargo, por el camino entre la utopía y la realidad, mantiene hasta hoy su probable mayor fortaleza: el juramento tácito de mantenerse todos hermanados en las verdes y en las maduras. Escambray nunca ajeno a su tiempo, nunca ajeno a su gente, siempre atento al oxígeno de la vida misma y bien cercano a las exigencias de preservar la memoria colectiva.

Muchos nombres conforman las rutinas del periódico de los espirituanos a lo largo de estas cuatro décadas, desde el taller fundador primero y los hombres de la poligrafía después, hasta correctores, diseñadores, periodistas, personal de servicios, directivos.

Entre todos, el colega Enrique Ojito, con casi un cuarto de siglo en la Redacción, ha dejado su impronta como el reportero más laureado en los anales de esta publicación: “En Escambray me he sentido como pez en el agua para escribir sobre lo que me inspira o de lo que le duele al espirituano que compra en la bodega o monta en coche. He llevado a estas páginas desde denuncias de casos de corrupción, hasta reflexiones en torno a la tendencia creciente del suicidio. Por fortuna, no he sentido la picota de la censura sobre mis proyectos editoriales. Los reconocimientos han venido gracias a esos materiales y a otros protagonizados lo mismo por un carbonero que por el pastor de una iglesia. Siempre nos quedan inconformidades y admitirlas nos conduce hacia el crecimiento profesional, como lo ha hecho Escambray, que persiste en ponerse en la piel de los espirituanos, más allá de cualquier premio recibido”.

Y en esa cosecha, ¿cuánto aportó el periódico?, ¿qué le agradeces a Escambray?

Escambray me enseñó a caminar profesionalmente y no es lisonja por el aniversario. Aunque también me siento hijo de la radio, mi periódico me ha obsequiado el premio mayor, su colectivo, mis colegas, quienes, por ejemplo, en circunstancias tan terrenales como una emergencia de salud no vacilan en cederte una medicina prácticamente extinguida de la farmacia”.

ALBACEA DE LA NOTICIA

Escambray nace cada día a expensas del imaginario social y siempre en aras de preservar la identidad con un encargo expedito: mantenerse como albacea de la noticia en predios espirituanos y como continuador de casi un siglo y medio de publicaciones periódicas en las márgenes del Yayabo.

Hechos trascendentales han marcado hitos definitivos en esta publicación: desde las visitas de Fidel a las comarcas espirituanas y la construcción de obras imprescindibles como el Hospital Provincial y la Autopista Nacional; hasta el seguimiento al paso de eventos meteorológicos extremos, a las tantas crecidas de la presa Zaza y a la pesadilla de la Lebrije.

Pero sus páginas también se han enaltecido con el testimonio de un herrero, una enfermera, maestros, campesinos, quienes han compartido espacio con primerísimas personalidades del mundo de la cultura y el deporte; con testimonios de los protagonistas de la Lucha Contra Bandidos; o con la cobertura exclusiva del accidente de avión en Mayábuna.

Y el 4 de enero de 2000 una noticia en sus mismos predios, la salida al ciberespacio del sitio www.escambray.cu,  una publicación digital, que al decir metafórico de una de sus creadoras, significó “bajarse de la carreta tirada por bueyes para subirse en una nave espacial”.

Desde entonces, cada mañana el periódico también le da la vuelta al mundo, donde gana adeptos y detractores, donde multiplica sus contenidos en Facebook, Twitter, YouTube, Flickr y otras redes sociales, quienes compiten en buena lid con los viejitos que, de sábado en sábado, persiguen en el estanquillo el último número de la edición impresa.

Aunque importantes premios nacionales han recompensado el quehacer, tanto de la versión de papel como de la digital, Escambray no constituye el más ideal de los mundos: alguna errata que se escapa, fallas en la impresión, textos aburridos, falta de sustancia en ciertos materiales, ausencia de productos multimediales en la web, consulta insuficiente con las fuentes informativas, improvisaciones.

Pero, a pesar de tantas insatisfacciones, el periódico se perpetúa en abrazo que deviene un pacto de continuidad, evidente ahora mismo en el testimonio de Yanela Pérez, la más joven reportera llegada a las puertas del semanario: “Vine para Escambray porque me gusta la prensa plana, desarrollar las ideas, usar recursos estilísticos para crear un producto comunicativo lo más literario posible. Tenía una imagen quizás ingenua del medio, creía que aquí todo estaba tranquilo, organizado, silencioso, pero ya he podido darme cuenta de que lo que publican es fruto del estrés, de la angustia, de llamar 10 veces a una fuente informativa, que todo lleva constancia y no es tan fácil ni tan ideal como pensaba. Las semanas aquí son muy intensas”.

Ahora, cuando sabes que el periódico hay que zapatearlo, ¿qué esperas de Escambray?

“Espero crecer como profesional, poder aprender, encontrar un estilo y hacer un mejor periodismo. Me gusta escribir. Me gusta Escambray”.

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Durante varios años el colectivo de Escambray alcanzó la condición de Vanguardia Nacional. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)