Béisbol: Roberto Hernández Navarro, el benjamín de Batey Colorado

En la actual serie nacional sub-23, Roberto presenta un balance de siete victorias y una derrota. (Foto: Osvaldo Gutiérrez/ ACN)

Por: Juan Antonio Borrego

Roberto Hernández Navarro, el lanzador espirituano que renunció a su contrato con los Indios de Cleveland, se confiesa feliz tras su debut con los Gallos en la Nacional Sub-23

Cuando recaló en Batey Colorado, ese caserío escondido en el norte espirituano que hace honor a su nombre lo mismo en la tonalidad del terraplén polvoriento que en las paredes de las pocas casas que lo conforman, lo primero que hizo Roberto Hernández Navarro fue quitarse los zapatos y salir corriendo, como un muchacho más, a saludar a los vecinos que había dejado de ver dos años atrás.

Esa fue la manera guajira que encontró para drenar la soledad y la morriña, sus más fieles acompañantes en un viaje por República Dominicana, donde si bien probó su clase como prospecto del pitcheo e incluso logró un contrato con un equipo de las Grandes Ligas, los Indios de Cleveland, no pudo acostumbrarse a vivir lejos de su abuela, de su hijo y de sus amigos más queridos.

Sus condiciones ya las había demostrado en Cuba, donde a pesar de perder un curso por una lesión en la eide Lino Salabarría, de Sancti Spíritus, logró hacer el grado para el equipo nacional de la categoría juvenil y con 15 años de edad le ganó a Estados Unidos en el Campeonato Panamericano, luego del cual decidió salir del país de manera legal junto a su padre para abrirse camino en el béisbol profesional.

«En República Dominicana estuve como un año y tres meses en un área de la provincia de Bonao –contó tras su regreso a Cuba–, ahí me vieron los scouts, me dieron seguimiento, me hicieron varias pruebas de velocidad, me tomaron videos, me entrevistaron, miraron mis condiciones y mis resultados y me firmaron con los Indios de Cleveland».

Antes de salir del país, Robertico ya había alcanzado las 90 millas, una velocidad que los expertos califican como respetable para un muchacho de su edad, pero durante sus entrenamientos y la preparación en la academia Chiqui Mejía, de República Dominicana, llegó hasta 94, con 90-92 millas sostenidas. «A inicios no tiraba duro, mi plato fuerte era el control».

Fue entonces cuando sobrevino su decisión de regresar a Cuba, tras una inadaptación que le carcomía hasta los huesos y que, según ha confesado, no lo dejaba tranquilo noche y día –«eso de ver a mi gente por Facebook y no poder abrazarla no se lo deseo a nadie»–, lo cual comunicó a sus mentores, quienes no objetaron la petición del muchacho.

«Coño, Robe, estamos contentos con tu regreso», le dijeron sus compañeros de la eide en Trinidad, a donde asistió a finales de la pasada Serie a ver un partido entre Ciego de Ávila y Sancti Spíritus; después vendrían sus encuentros con el comisionado provincial de la disciplina y con la dirección del Inder en la provincia para formalizar su reincorporación a la pelota nacional.

En el estadio Luis Torres, de Yaguajay, todavía sin traje oficial, tiró las primeras pelotas antes de enrolarse en la Serie Provincial, donde enseñó su condición de gallo de pelea con seis victorias sin derrota, líder en ponches y aseguró su puesto en la Serie Sub 23, en la que hasta este lunes presentaba balance de siete victorias y una derrota (líder), 58.0 entradas lanzadas (primero), 77 ponches propinados (primero y recordista para el torneo desde este sábado) y 1.24 de promedio de carreras limpias (segundo).

De su consagración al terreno y de su disciplina dentro y fuera del estadio hablan lo mismo viejos entrenadores como Roberto «El Caña» Ramos, quien lo conoció como estudiante de la eide, que Ifreidi Coss, que lo lleva de la mano en la actual Serie Nacional con los jóvenes que dirige Eriel Sánchez.

El pasado 10 de mayo Robertico congeló a la toletería avileña con el primer cero jit, cero carrera de la temporada y el quinto que se consigue en las seis campañas Sub-23 celebradas hasta ahora en el país, con 96 lances –el juego terminó por nocaut en ocho entradas–, diez ponches, un boleto y dos dead ball. «Le tengo mucho respeto al equipo de Ciego de Ávila, cuenta con tremendos jugadores, en ese momento eran líderes en bateo, pero ese día se pusieron de mala suerte porque estaba encendido», le dijo a la prensa el benjamín que ahora mismo se confiesa «muy motivado» y quiere dar más alegrías «a este pueblo que me está siguiendo». (Escambray.cu)