Por: José Rafael Gómez Reguera
Cada tres de diciembre, Cuba celebra el Día de la Medicina Latinoamericana, y aunque ellos, médicos, enfermeras, y todo el personal de la Salud Pública, de cualquier esfera, forman parte de nuestra cotidianidad, lo cierto es que en fechas como esta les homenajeamos y reconocemos mucho más.
Lo mismo con un gesto amable y una felicitación verbal, que con frases que inundan las redes sociales, hombres y mujeres de batas blancas se saben centro de la atención en Trinidad de Cuba, como mismo sucede en toda la Isla, pues se reconoce su entrega sin límites, eso de darse al prójimo, de ayudar, de dar aliento aunque conozcan que la vida toca a su término.
Centros especializados y de investigación, laboratorios de análisis clínicos y de producción de medicamentos, hospitales, policlínicos, consultorios del Programa del Médico y la Enfermera de la Familia constituyen sus bases fundamentales de trabajo, pero están en todas partes, incluidas aquellas zonas de difícil acceso comprendidas dentro del Plan Turquino.
Su aporte a la salud de otros pueblos hermanos no se ha hecho esperar. Entre nosotros están quienes lo mismo han trabajado en llanos que en montañas, en zonas altísimas, donde casi cuesta respirar o en intrincados parajes selváticos, a donde deben llegar atravesando grandes ríos y carreteras entre abruptas montañas y vacíos insondables.
No pocos han regresado a la Patria antes de lo que esperaban, al quedar cortados los programas suscritos con países como Bolivia y Ecuador, cuyos gobiernos han implementado políticas hostiles a Cuba y al quehacer de su personal de salud, a consecuencia de lo cual médicos y técnicos se ha visto reprimidos, encarcelados, vejados.
El neoliberalismo y el racismo han hecho mella en esos países, para mal de sus grandes mayorías empobrecidas que, desde ahora, sentirán la ausencia de estos hacedores del bien que les proporcionaban atención donde anteriormente jamás había estado un médico, y mucho menos podían acceder a tratamientos especializados.
Médicos y demás personal de la Salud Pública cubana celebran su día, pero también cargan con tristeza los recuerdos de ancianos, niños, mujeres, hombres, desposeídos de la Tierra donde trabajaron y dieron lo mejor de sí. Para aquellos, más temprano que tarde, también se abrirán las grandes alamedas. Para Cuba, y en suelo patrio, la satisfacción del deber cumplido y el compromiso de ser mejores cada día.