Por: José Rafael Gómez Reguera
La historia recoge el 27 de febrero de 1874 como una triste fecha. Fue el final de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, primer Presidente de la República de Cuba en Armas. Depuesto por la Cámara de Representantes, el 27 de octubre de 1873, en el campamento de Bijagual, acató la decisión a favor de la unidad de los cubanos, e impedido de salir de la Isla, fue confinado a la finca San Lorenzo.
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Allí, sin la necesaria escolta, denegada por el Gobierno, lejos de su esposa e hijos, Céspedes se dedicó a escribir y a enseñar a los niños del recóndito lugar de la Sierra Maestra.
En la luctuosa fecha, sorpresivamente penetró en San Lorenzo una columna española. Resultaba evidente que una delación había mostrado cuál era el destino de aquel que en su ingenio de La Demajagua, había dado la libertad a sus esclavos e iniciado así la primera guerra de independencia de Cuba contra España.
Céspedes puede hacer muy poco. Con un revólver, es perseguido por las huestes españolas, decididas a acabar con aquel que se despojó de sus riquezas e incitó a ganar con las armas, la libertad de la patria, oprimida por sucesivos, sanguinarios gobiernos coloniales que solo sabían de esquilmar a Cuba a favor de la metrópoli, a fuego y sangre. Herido de muerte, cae por un barranco.
A 146 años de aquellos sucesos, su figura resplandece. Cuba entera le honra y enaltece.