
Por: José Rafael Gómez Reguera
Niceto Pérez García vive en cada uno de los campesinos cubanos, hoy más que nunca, inmersos en la tarea principal que les compete: producir alimentos para el pueblo, asegurar, desde la retaguardia, no solo lo que se necesita para cubrir necesidades básicas de los cubanos, sino también aportar lo que la economía de la Isla demanda para salir adelante. Esas ideas se refuerzan en Trinidad en tiempos de la COVID-19. CUBA ANTE LA COVID-19 (I) (II) (III) (IV) (V)

La utilización de la ciencia y la técnica resultan indispensables bajo las actuales circunstancias, porque para nadie es un secreto que los abonos químicos dañan la salud humana y también el medio ambiente. Pero también resulta costoso importarlos. Son razones poderosas para acrecentar todas las técnicas asociadas a la agroecología.

Cuando un enemigo invisible y silencioso nos ataca indiscriminadamente, y la sociedad toda se ha unido para derrotar la pandemia, surgen proyectos que, en colaboración con las universidades, en un importante vínculo entre la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), aprovechan tierras ociosas, plagadas de plantas invasoras como el marabú, y apuntan hacia el rescate de frutas como el sabroso marañón, en sus diferentes variedades.
En paralelo, toma cuerpo el fomento de la apicultura, la cría de ganado menor, la creación de abonos orgánicos utilizando restos de cosechas y plantas sometidos a un proceso biológico controlado de fermentación denominado compostaje.
Es la realidad de Trinidad en una fecha como la del Día del Campesino cubano, fecha en que también rememoramos cuando, en 1959, Fidel Castro Ruz promulgara la Ley de Reforma Agraria.

