Por: José Rafael Gómez Reguera
Desde el tercer año de Medicina que está cursando, Samadhi Hari Ortiz González se sabe bien importante. Pesquisar a diario decenas de casas le impone un fuerte ritmo de trabajo, pero lo cumple con rigor, pues de ello depende la salud de muchas personas en el Consultorio del Médico y la Enfermera de la Familia (CMF) número 20 de la ciudad de Trinidad. CUBA ANTE LA COVID-19 (I) (II) (III) (IV) (V) (VI)
Lo peligroso de la COVID-19 no le hace cejar en ese empeño que comienza temprano en la mañana y no concluye hasta su reporte doble, primero en el CMF y luego en el Policlínico Docente Manuel de Jesús Lara Cantero de la ciudad.
A veces su propia salud no le acompaña del todo, pero prefiere ignorar tato como pueda sus propios padecimientos, pues casa a casa le esperan para reciprocar los buenos días, informar cómo se sienten y desearle la más feliz de las jornadas, en medio de una pandemia causada por un enemigo invisible que, afortunadamente, lleva más de tres meses sin aparecer por esta zona del centro sur de Cuba, aunque nadie quiere que aparezca.
Po eso, esta joven trinitaria le roba tiempo al estudio que exigen sus voluminosos libros, o los materiales digitales igual de extensos. Sabe que con estas encuestas también aprende en una profesión cuyo éxito depende de saber preguntar, escuchar, ver más allá de las palabras.
La peligrosidad del nuevo coronavirus le llevó a preocuparse, a mantenerse siempre protegida, a guardar las distancias, a preguntar desde las puertas o las ventanas hogareñas sin jamás traspasar el umbral. Ha estado nerviosa, confiesa, pero el deber se sobrepone y todo lo demás queda a un lado.
Ella es, entonces, más que ese médico en formación, una de nuestras heroínas de la cotidianidad que pone su granito de arena para poder adentrarnos, como ya Trinidad lo hace desde hoy, en la primera fase de recuperación de la COVID-19.