21 de septiembre de 1953, primera sección del juicio a los moncadistas

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Por: Rafael Novoa Pupo

El 21 de septiembre de 1953 comenzó el juicio por los sucesos del Moncada, la Causa 37 del Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba. Habían pasado casi dos meses de los sucesos heroicos del 26 de julio, en Santiago de Cuba y Bayamo.

Entre las filas de revolucionarios que serían enjuiciados por la tiranía, faltaban figuras clave como Abel Santamaría, el segundo al mando del Movimiento, Boris Luis Santa Coloma, Raúl Gómez García, el Poeta de la Generación del Centenario; José Luis Tassende, Fernando Chenard y tantos otros jóvenes valiosos, todos asesinados en los muros de la segunda fortaleza militar del país.

Sin embargo, entre los sobrevivientes estaba latente el ideal libertario que les llevaría a intentar tomar el cielo por asalto aquella madrugada de la Santa Ana, y reiniciar así la lucha armada empezada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868.

Esposado, entró el joven abogado Fidel Castro al juicio que sería celebrado en la Audiencia de Santiago de Cuba. Como esposados también iría el resto de los sobrevivientes. Aún en esas condiciones de aparente indefensión, la dictadura les temía a esos valientes combatientes.

Dibujo sobre el comienzo del juicio del Moncada (pues fueron prohibidas las fotos) Fidel, como abogado exigió, el 21 de septiembre de 1953, el derecho de asumir su propia defensa. Fue retirado luego, en la tercera sesión del juicio, celebrada en la sala del Pleno del edificio de la audiencia. Su alegato de autodefensa, conocido como La Historia me Absolverá –palabras con las que concluyó su discurso– fue pronunciado el 16 de octubre del propio año, en una sala de justicia improvisada en una pequeña habitación del Hospital de Santiago, utilizado como cuarto de estudio de las enfermeras. Foto: Archivo Granma.

La denuncia del líder del Movimiento fue inmediata. Levantando sus manos esposadas reclamó: “¡Señor presidente, señores magistrados, quiero llamarles la atención sobre un hecho insólito!… ¿Qué garantías puede haber en este juicio?, ni a los peores criminales se les mantiene en una sala que pretenda ser de justicia en estas condiciones, no se puede juzgar a nadie así esposado, esto hay que decirlo, aunque…”.

Inmediatamente las esposas que intentaban encadenar la libertad fueron retiradas. Resultó esa la primera de las victorias del abogado y jefe del movimiento revolucionario Fidel Castro Ruz, quien de acusado pasaría a ser el índice acusador de los crímenes cometidos.

Todos los asaltantes sobrevivientes reconocieron con dignidad su participación consciente en los sucesos del 26. Ninguno se retractó, pero más que eso, lo reconocieron con orgullo visible, sabedores de su trascendencia.

De igual modo las palabras de Raúl Castro, resonaron viriles en el Sala de la Audiencia santiaguera cuando expresó: “Todos los que participamos en el ataque al Moncada vamos a decirlo claramente, cómo vamos también a decir otras cosas; aunque el compañero Fidel ha recomendado que a aquellos a los que no se les pueda probar el hecho no tienen necesidad de confesarse culpables, vamos a decir toda la verdad, pueden ir soltando a todos los demás, los que vinimos fuimos nosotros”.

Por su parte el obrero de la construcción Armando Mestre, afirmaría con sentimiento patriótico: “¡Sí, participé! Tuve el honor de que se contara conmigo para pelear, de que se me hablara para integrar el Movimiento revolucionario”.

Similares respuestas dieron Juan Almeida, Ciro Redondo, Ramiro Valdés y los demás asaltantes, incluidas Melba y Haydée, las Heroínas del Moncada.

Las de Almeida fueron muy elocuentes al decir: “¡Yo declaro bajo juramento que sí participé en el asalto al cuartel Moncada y que nadie me indujo! … a no ser mis propias ideas que coinciden con las del compañero Fidel Castro, y en el caso mío provienen de las lecturas de las obras de Martí, y de las historias de nuestros mambises”.

Tantas verdades juntas amedrentaron aún más a la envilecida justicia del tirano Fulgencio Batista. Fidel no podía seguir asistiendo al juicio. Era demasiado peligroso y su verbo ardiente demasiado subversivo.

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Había que sacarlo del juicio a como diera lugar. De ahí la invención de una supuesta enfermedad que le impedía continuar en las sesiones. Pero tamaña patraña también fue desbaratada por los moncadistas. Melba Hernández, en su condición de asaltante y abogada, entregó al juez una carta de Fidel, en la que desmentía la supuesta y falsa enfermedad del líder revolucionario:

“…se trata de impedir a todas mi presencia en el estado del juicio (…), de que se conozcan los horribles crímenes que se cometieron ese día en las personas de los prisioneros (…) Con tal motivo en el día de hoy se me ha comunicado que no concurriré al juicio por estar enfermo, siendo la verdad que me encuentro perfectamente bien de salud, sin dolencia física de ninguna índole”

No obstante, el juicio de Fidel sería diferido. El resto de los moncadistas recibirían largas condenas de prisión. Fidel, debería esperar al 16 de octubre para asumir su propia autodefensa y pronunciar su histórico alegato La Historia me Absolverá.

Pero antes de impedírsele continuar en el juicio por la Causa 37, el joven abogado, ante una pregunta del fiscal que inducía que el dinero para las armas y demás pertrechos habían salido del bolsillo del expresidente Carlos Prío Socarrás, afirmó con hidalguía:

“Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia”. (Con información de Cubahora, y Ecured).