Por: Alipio Martínez Romero
Quizás la huella imperecedera de nuestros ancestros convergieron en leyendas, costumbres y creencias que atesora la tercera villa de la isla para recibir en el mundo a uno de los símbolos más genuinos del trabajo manual con la fibra vegetal del yarey, planta oriunda de la geografía cubana como en el territorio del centro sur.
Precisamente fue el 20 de octubre de 1940, devenido Día de la Cultura Nacional cuando Antonia Rodríguez, alegró su humilde hogar de Trinidad con el nacimiento del mayor de sus tres hijos al cual le siguieron después Jesús y Manolo.
Desde muy temprana edad el niño Rafael Zerquera Rodríguez, de María su abuela materna aprendió a crear con las hojas de la planta palmácea en forma de abanico, diversos objetos utilitarios con singular maestría, obra que muy pronto comenzó a promover sobre todo a partir de la década del 60, tanto en la ciudad como fuera de ella.
De las prodigiosas y creadoras manos de Rafelito, brotaban sin diseños, disimiles e incalculables formas propias de su inigualable y enriquecedora imaginación la cual propiciaba en solo algunos minutos acariciar y mostrar ante el asombro de muchos al recorrer cual caballero andante y solitario las calles del centro histórico de su querido terruño natal, siempre acuesta con el prodigioso guano que como nadie tejía esas bellezas multicolores codiciadas por lugareños, visitantes de otras provincias y extranjeros de numerosos países, así como a estudiosos e investigadores con cuya pluma escribieron sobre él.
En la práctica el empírico artesano – artista logró dominar y perfeccionar el conocimiento de los distintos puntos típicos del yarey, entre ellos el plano y el Santo Domingo, los que le permitieron recrear los más variados especímenes del reino animal, muchos de estos únicos por ser producto de una perfecta combinación del arte y la fantasía. Alacranes, caballitos, aves y reptiles, sin descuidar la curiosa confección de carteras,bolsos,esteras, sombreros, sextos, polveras y juegos de muebles.
Su intenso y novedoso quehacer le permitió integrar desde 1962 y durante cerca de veinte años el Conjunto Folclórico,transformado después en Ballet Folclórico de Trinidad. Para esa agrupación confeccionó los elementos necesarios de tejidos para ejecutar sus magníficas evoluciones danzarías.
La obra “La matanza de la culebra” constituyó un elemento distintivo como eje central del baile folclórico, al cual le aportó originalidad y fue tomada en cuenta por agrupaciones similares del país. De manera especial sobresalió su intensa labor con el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba,mérito que enamoró a no pocos reporteros de publicaciones periódicas.
También fue notable su promoción de las tradiciones de la cultura local las cuales enriqueció desde sus creaciones con un estilo sencillo y espontaneo, así lo manifestó al conformar las distintas comparsas que con elegancia se granjeaban los aplausos del pueblo el cual acompañaba sus rítmicas agrupaciones coreando contagiados los pegajosos temas musicales y los bailes lujuriosos con repique de tambores durante las tradicionales fiestas del San Juan Trinitario.
En los años que Rafelito Tiemblatierra dirigió «La Jardinera», se interesó por trasmitir a las nuevas generaciones su sabiduría y esa manera popular que lo caracterizaba como gran promotor de los valores más autóctonos de nuestro acervo cultural.
Para los adultos y jóvenes bailadores diseñó y elaboró jardineras, máscaras y farolas, entre otras piezas que adornarían posteriormente su propia vivienda en el callejón del Estrecho, muy cerca del centro histórico de la ciudad.
También las exhibían en la Dirección Municipal de Cultura y Arte de Trinidad, en las instituciones culturales como los museos y en el Fondo Cubano de Bienes Culturales, incluso en la Ferias Internacionales del Turismo, en las exposiciones de galerías cubanas, de naciones latinoamericanas como Nicaragua y México, de países europeos entre ellos las otrora Repúblicas Socialistas de Bulgaria y Polonia, además de la Democrática Alemana (RDA).
Asimismo, su talento artístico lo reflejaba en los pasacalles durante los carnavales y las semanas de la cultura con “Taita la lanza”. Una escena con el diseño de un toro manejado por dos hombres y otro que en cuyo simulacro con un palo y otros atributos corría delante del curioso animal para no ser embestido, además como parte del espectáculo amagaban al público con el propósito de infundir temor sobre todo a mujeres e infantes.
Durante su fructífera vida artística Tiemblatierra, integró desde que fue fundada en 1991, la Asociación Nacional de Artesanos Artistas de Cuba (ACAA), compareció con sus valiosas piezas brillantez a los Salones de la ACAA, a las Ferias Internacionales de Artesanía, con sede en Ciudad de La Habana, así como en la Feria Popular de Invierno en la central provincia de Villa Clara.
Mereció en su fructífera vida distintos premios, sobresalen dos obtenidos en la Feria de Arte Popular en 1981 y 1982. Premio Memoria Viva otorgado en Sancti Spíritus y en la capital de la isla en 1999. Post Mortem se le concedió el Premio Por la Obra de la Vida al celebrase en La Habana el Segundo Congreso Nacional de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas.
También la Asamblea Municipal del Poder Popular de Trinidad en Sesión solemne por considerarlo símbolo de la cultura en el trabajo de la fibra de yarey, con depurada técnica y un estilo propio, por su distinguida creación y entrega al desarrollo de la artesanía de la nación, le otorgó el Premio Único de las Artes en los festejos fundacionales de la ciudad.
Cuando de manera anticipada el 16 de octubre de 2003 dejó de existir físicamente a solo cuatro días de su cumpleaños 63, Tiemblatierra se marchó no para alejarse y permanecer en el olvido, sino con el propósito eterno de encontrarse con las especies de su fauna inimaginable, entrelazando la experiencia de sus sueños con guanos bendecidos de colores de arco iris.