Por: José Rafael Gómez Reguera
Al conmemorarse el aniversario 68 de la primera Marcha de las Antorchas, aquella encabezada por la Generación del Centenario, con Fidel al frente, Trinidad también está presente en esta noche de luces y movimiento, de charlas y entusiasmo, donde en un haz indisoluble, los pinos nuevos se abrazan a los de juventud acumulada con un mismo propósito: honrar al más universal de los cubanos y a la patria que construimos.
La presencia de la pandemia ocasionada por el nuevo coronavirus, causante de la COVID-19, ha impedido que nos reencontremos físicamente en calles y plazas, de una punta a otra de la Isla, pero aquí estamos, desde la virtualidad, rememorando escenas vividas año tras año, cuando la noche se llenaba de luces; compartiendo imágenes desde las redes sociales, honrando.
Por estos días, igualmente, hemos echado de menos el ir y venir de los pequeños adiestrándose con las bandas rítmicas, con trompetas, tambores y batutas que sonaban incluso en las noches, porque para ellos, el ejercicio diurno era poco y así acompañaban los trajines de padres y abuelos en la preparación de los trajes, carteles, banderas cubanas y otros símbolos patrios, que lucirían, orgullosos, en la mañana del 28 de enero.
Pero aunque la tranquilidad nos acompañe en este aniversario 168 del natalicio del Hombre de la Edad de Oro, aunque las escuelas por vez primera en muchas décadas tengan sus horarios de clases en vez del barullo citadino o de poblados rurales, no faltarán las flores para ese Martí que está en cada escuela, en nuestros centros de trabajo, en espacios públicos como el parque Céspedes de esta añeja villa, y en el alma de cada cubano, ni las poesías ni los cantos, y el optimismo ante un mañana mejor alumbrará como las imágenes de las redes, como las luces del alba.