Desde sus inicios, el periodismo en Cuba fue un oficio de hombres. Avelina Correa de Malvehy fue la primera y ese mérito no se lo puede cuestionar nadie. Antes hubo mujeres que colaboraron en revistas y periódicos insulares, como Úrsula Céspedes, Magdalena Peñarronda y Domitila García, pero Avelina fue fundadora y redactora de la sección de modas de El Mundo. Hasta ese momento, no había mujeres periodistas que laborasen como profesionales.
Había nacido en Bayamo el 15 de marzo de 1875. Con sólo 14 años de edad comenzó a escribir en la prensa e inició las colaboraciones con el artículo “Esperanza” publicado en el semanario La Habana Elegante. Al estallar la guerra en 1895, se trasladó a La Habana y agobiada por la situación económica viajó a España, donde se casó con Alfonso Cao Rebollado; partió luego hacia las Islas Filipinas.
El 11 de mayo de 1898 se produce en Filipinas el levantamiento de Santo Tomás y días después una partida de alzados, al mando de Vicente Quesada, los ataca, asesinan a Alfonso, la hieren gravemente a ella, y la dan por muerta. Avelina recobra el sentido en el cementerio, cuando la iban a enterrar. El cabecilla del alzamiento, le perdona la vida y se la lleva prisionera. Un año después recobró la libertad, partió hacia Madrid y regresó a Cuba el 31 diciembre 1899. Como testimonio de las experiencias vividas en la cárcel durante su estancia en Filipinas, Avelina empieza a escribir un libro sobre ese episodio de su vida, titulado Impresiones Filipinas (páginas de una prisionera cubana), que terminó en La Habana y fue publicado en 1908. Al llegar a Cuba en 1901, se incorpora al periódico El Mundo, cobrando un salario y formando parte del cuerpo de redacción de la entonces emblemática publicación, que extendiera sus ediciones hasta los primeros años de la Revolución de 1959. Trabajó también desde su fundación en la revista Bohemia.
Solo pensaba hacer en Cuba, como confesaba en su libro: “Adquirir un nombre, no por ambición sino por necesidad de poder vivir de su trabajo intelectual, una vez que su firma fuese conocida.”
Por la voluntad de escribir y la insistencia en mantenerse del trabajo intelectual, se puede admitir que Avelina era de ojos y corazón, que quiso dejar en letras todas las atrocidades que la vida le deparó.
Tan lejana de nosotros en época y acontecimientos, Avelina nos dejó una lección todavía vigente: trascender lo negativo para convertirlo en testimonio primeramente periodístico y después histórico. Y ella misma reconoció que a veces “el fruto es amargo, como amarga es la verdad”.
Avelina pertenecía al grupo de los adelantados a su tiempo, y quienes van delante portan la luz. Su nombre perdura en el periodismo de cualquier parte de Cuba. Su mérito mayor, demostrar su fuerza e inteligencia en una época donde la mujer no cabía, y lo supo lograr. Avelina Correa, falleció en La Habana un dos de marzo de 1927 a los 52 años de edad, pero dejó todo el peso de su historia, esa que nunca se olvida. (Con información de Periódico Adelante y Ecured).