Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
Por segunda ocasión se conmemora el Día Mundial de la Salud en medio de una amenaza global que pone a prueba las políticas y recursos sanitarios de los países para enfrentar al nuevo coronavirus, contener su propagación y evitar la muerte de miles de personas a causa del virus SARS-CoV-2.
Una jornada que no propone celebración, sino reflexión, incluso desde el lema que la preside este 2021, Construir un mundo más justo, equitativo y saludable. La pandemia demuestra cuan frágiles somos los seres humanos y también cuanto deben los gobiernos invertir más en programas de salud y menos en guerras y bloqueos.
La COVID-19 ha puesto en evidencia los paradigmas sanitarios de no pocas naciones, donde miles de contagiados por día hacen colapsar las terapias intensivas y poner en tensión los servicios del personal médico y de enfermería que ha estado en primera línea de combate de esta batalla larguísima, con un alto costo humano y económico.
Por ello, este 7 de abril más que celebración, propone homenaje a los hombres y mujeres que orientan a la comunidad en las mejores formas de prevenir al nuevo coronavirus, a quienes mantienen los servicios de salud, a los que están en los hospitales cuidando y vigilando pacientes, atendiéndoles en las salas de cuidados intensivos. También a quienes parten a misiones internacionales para extender una mano amiga.
El homenaje además a científicos y voluntarios que participan en los ensayos clínicos de nuestros cinco candidatos vacunales, tan cubanos desde sus propias denominaciones, y que contagian optimismo y esperanza, pero sin excesos de confianza, pues la prevención seguirá siendo la mejor vacuna contra la COVID-19.
Hagamos una pausa este día y pensemos– no tanto en egoísmos y reclamos – sino en lo mucho que arriesga el personal de la salud: su vida y la de sus seres queridos; no es mucho lo que piden a cambio: responsabilidad y disciplina para evitar el contagio. Ellos merecen acompañar a sus familias, acariciar a su pareja, abrazar a sus hijos.
Estudios científicos corroboran que “felicidad es salud”. Las emociones positivas pueden ser potenciadas y ayudan a prevenir la aparición de determinadas enfermedades. No sólo el amor, el humor y la inspiración creativa producen bienestar, sino también el optimismo, la empatía, el altruismo, la ética en el trabajo y el esfuerzo de superación personal. Eso vale para todos.