Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
De villa de alojamiento durante la temporada estival, La Arrocera en playa La Boca se convirtió en uno de los primeros centros de aislamiento en el municipio de Trinidad desde el comienzo de la pandemia precisamente por estos predios, en marzo de 2020.
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El colectivo de trabajadores tuvo entonces que cambiar todas las rutinas de trabajo y sobreponerse al riesgo del contagio para asegurar así la vitalidad de los servicios a los trinitarios contactos de casos positivos al virus SARS-COV-2, como la alimentación o la limpieza de las habitaciones; tampoco faltó el apoyo emocional a quienes aguardaban impacientes el resultado del PCR en tiempo real.
Mas, un desafío mayor estaba por llegar cuando, en el peor rebrote que vive el país de la COVID-19, las autoridades sanitarias de la provincia decidieron hacer de La Arrocera un centro para la atención a pacientes positivos. De inmediato se crearon las condiciones y la otrora villa de recreo hoy recibe a 44 personas a los que se les aplica el protocolo cubano de manejo y tratamiento a la pandemia.
El administrador de la instalación, Abel Perdomo, comenta en torno al empeño del colectivo en función de elaborar un menú de calidad, “pues se cuenta con variedad de productos como cárnicos, granos, leche, pan y postre para las comidas, el desayuno, además de las tres meriendas del día”.
Tanto el personal de salud que garantiza el seguimiento a los enfermos, como los propios trabajadores de la villa, disponen de los medios de protección, entre ellos guantes, sobre batas, trajes y gorros como parte de las medidas de bioseguridad que se cumplen celosamente en aras de evitar los contagios.
Además de esta villa ubicada en playa La Boca, la escuela especial Jesús Betancourt en la ciudad, cumple un nuevo rol como centro para la atención a pacientes positivos; ambas suman casi un centenar de capacidades disponibles en el sureño territorio en la lucha contra la COVID-19.