Las noticias siguen impactándonos. Ha fallecido Filiberto Hernández Esponda, maestro de profesión, delegado del Poder Popular en Trinidad
Por: José Rafael Gómez Reguera
Ya duele abrir las redes sociales y encontrarse con noticias desagradables una tras otra. Demasiados contagios en Trinidad, y no pocos amigos, conocidos, familiares, que han partido sin poder despedirse. Todos causan profundo dolor. El caso de Filiberto Hernández Esponda , quien fuera delegado del Poder Popular de una circunscripción sureña, maestro dedicado, persona bonachona y siempre dispuesta a escuchar y buscar soluciones o explicaciones de los problemas, nos ha consternado.
Mucho dolor para su familia y para todos en esta zona del Consejo Popular Armando Mestre-Chanzoneta. Varios mandatos acumuló este trinitario valiente, capaz de arengar a sus compatriotas a enfrentar resueltamente a quienes quisieran desviarnos del camino de la Revolución. Y mucha paciencia ha de tenerse cuando cada cual demanda prioridad ante sus criterios: salideros, falta de agua, bache de calles, deficiente alumbrado público.
Para él no había hora de trabajo. Si no estaba por las calles, siempre tratando de cooperar en estos duros tiempos de pandemia, recibía a quienes se aventuraban a llegar hasta su humilde casa antes de que llegara a azotarnos la COVID-19, esa que nos ha arrebatado su vida.
Porque Filiberto siempre estuvo del lado de sus electores, a quienes defendió con ardor, con pasión, aun cuando las circunstancias de la economía impedían enfrentar algunas problemáticas. Otras quedarían postergadas pero anotadas. No pocas, con seguridad, habrán quedado en su agenda.
Sé que sus alumnos de la escuela primaria José Mendoza le van a extrañar cuando, en algún instante futuro, pueda retomarse la presencialidad de las clases. Así sucederá con todos los que ya no le veremos andar y desandar por la céntrica calle Gutiérrez y zonas aledañas palpando la realidad, con su paso lento pero seguro, con una estatura imponente que, al empezar a hablar, dejaba al interlocutor con ese agradable sabor de tener, ante sí, oídos receptivos.
Este es uno de los trabajos que nunca hubiera querido hacer. Pero es necesario, sin falsos pedestales, situar al ser humano en su justa dimensión. Filiberto lo merece, por su sencillez, modestia y entrega. ¡Hasta siempre, delegado, maestro, amigo!