El Español que se habla hoy merece cuidado también

Por: Juan Carlos Naranjo

Época de caballeros andantes no es esta, hace siglos quedó atrás. Muy difícil sería tropezar con el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha; sin embargo, justeza de ideales y verbo refinado lo mantienen lanza en ristre.

Bonanza de espíritu y vocablo oportuno heredó de Cervantes, su padre, Padre del Idioma español con incontables discípulos. Y es que cerca de 600 millones de hablantes hacen suya la lengua castellana, la segunda más hablada en el mundo, después del inglés.

Quizás por eso se enriquece, evoluciona y reclama cotejo. La Real Academia de la Lengua Española pendiente de las actualizaciones e innovaciones al tiempo que niega el término reforma, pues se trata, según sus miembros, de consenso de nomenclaturas, la mayoría transformaciones y en algunos casos los menos, cambio de estas.

Por ejemplo, la y griega se llamará ye solamente, por su lado la i latina será i. La b larga es b y la v corta uve, pero, cuidado burro, continúa escribiéndose con b y vaca con v, sea flaca o gorda.

El abcdario español es más corto ahora solo 27 letras: la ch y la elle quedaron en el camino, se consideran signos ortográficos, pero chiste y llanto como tantas otras voces con esas combinaciones siguen intocables.

La tilde diacrítica es la distintiva usada en casi siempre en los monosílabos. Y qué les parece, ahora no se coloca en los vocablos guion y truhan. No hace falta en los pronombres demostrativos esta, este, esto. Tampoco para marcar solo como adverbio: se puede apelar al contexto para evitar ambigüedades.

Y sigo con la tilde para establecer diferencias, esa que se colocaba entre la o para evitar confusiones con el cero, ahora no, ejemplo 4 o 5. Y es que la vetusta máquina de escribir quedó atrás, el computador distingue cifras y letras. Pero ojo, no todos disponemos del sofisticado equipo, por eso tenga cuidado, para que 4 0 5 invitados no se le conviertan en 405.

Muy a menudo he escuchado que los nombre propios no tienen errores ortográficos y llamo la atención, porque María lleva tilde hay un hiato, Bárbara se acentúa en la antepenúltima sílaba, es una palabra esdrújula y todas lo llevan, Yamilé lo mismo, porque según la regla, las palabras agudas que terminan en n,s o  vocal siempre se atildan.

Lo que sucede es que lamentablemente quienes tienen la responsabilidad de inscribir a los recién nacidos, en todos los casos no conocen las reglas de acentuación, tampoco los padres velan ese momento fugaz, pero importante, pues la equivocación condena para siempre a un nombre incorrecto.

La gente cambia, la vida se mueve, evoluciona la lengua, pero a mi mente recurre El Quijote cuando de escribir y hablar correctamente se trata. Aunque no son tiempos de caballeros andantes, cualquier época es buena para volver a Miguel de Cervantes Saavedra, él es el Padre del idioma español, nosotros sus defensores a capa y espada.