El reinicio de las operaciones turísticas y con ello la reapertura de numeroso negocios estatales y privados, supone asimismo un reanálisis a fondo de estos dos elementos distintivos de Trinidad y sus alrededores
Por: José Rafael Gómez Reguera
A las puertas de reiniciar operaciones con turistas internacionales desde el venidero 15 de noviembre, vale la pena detenerse en lo que debe ser la indisoluble relación entre ese sector y cultura, sobre todo en un municipio como Trinidad, donde ambos descuellan no solo como elementos per se, sino también como columnas que sostienen la economía local.
Con títulos como Monumento Nacional de la República de Cuba, Patrimonio Cultural de la Humanidad, Ciudad Artesanal del Mundo y Ciudad Creativa en Artesanías y Artes Populares, la Tercera villa de Cuba descuella por su hermosura, tradiciones y leyendas que, además de atesorarlas y transmitirlas de generación en generación, devienen símbolos para compartir y enamorar a quienes lleguen desde cualquier parte del planeta.
Y he ahí que, de manera natural, se entrelazan estos dos pilares de la vida trinitaria actual, sin los cuales es imposible concebir no solo multitud de negocios estatales y privados, con su consecuente aporte al presupuesto de la nación. Comprobar los numerosos restaurantes, cafeterías, hostales, entre otros, además de establecimientos de empresas estatales destinados al alojamiento y a la prestación de servicios.
Todos han de funcionar como un haz, si en verdad queremos salir delante después de más de año y medio de impass con sus consecuencias negativas. Nunca podremos reponernos, en breve tiempo, de lo que se ha perdido en términos de ganancias, sobre todo en la esfera particular. Pero poco a poco sí pueden quedar atrás las cifras en rojo e ir reacomodando recursos humanos y materiales capaces de conseguir que cada actividad cultural y turística (y obviamente de las demás esferas socioeconómicas), retome su cauce.
En el caso de estos dos que hoy nos ocupa, debemos reconocer que no siempre nuestra cultura se ha exhibido como es, sin alterar bailes, cantos, acciones de la plástica… No se puede crear una cultura para el turismo. Nuestros visitantes deben disfrutar de lo mejor que el hombre ha sido capaz de crear a lo largo de estos casi seis siglos de existencia de la Ciudad Museo del Caribe, sin improvisar nada, cualquiera que sea su naturaleza, para que los que llegan, se llenen espiritualmente. Lo natural, lo autóctono, siempre ha de prevalecer.
Esas presentaciones deben tener asesores con poder de decisión para mantener lo legítimo y desechar el resto, y estar en todas nuestras plazas y escenarios, en demostración de la fuerza de la cultura trinitaria, sin que ello signifique dejar a un lado lo que de otros lares pudiera enriquecernos. Más siempre la raíz, la columna vertebral, ha de ser lo local, que para eso, con toda seguridad, tenemos.