Se cumplen ya 44 años de la fundación de esta institución de Trinidad, que con la conducción de varios asesores literarios, devino rampa de lanzamiento de no pocos amantes de la literatura
Por: José Rafael Gómez Reguera
Fundado el 3 de septiembre de 1975, el taller literario José Martí, de Trinidad, ha sido verdadera forja de poetas y escritores y símbolo de modestia, pues a pesar de las limitaciones con la imprenta, desde sus inicios supo sortearlas y abrirse camino a través del mimeógrafo y de la oralidad. Y desde luego, probó su valía en encuentros provinciales y nacionales capaces entonces de compilar obras y llevarlas a mayor cantidad de personas.
Todo lector escribe para ser leído. Es verdad de Perogrullo. De ahí que nacido un año antes de la creación de la Casa de Cultura Julio Bartolomé Cueva Díaz, este taller sureño buscara vías para mantenerse activo y, de cuando en cuando, hacer sus sencillas pero no menos importantes publicaciones, de las cuales Letras y Hojas sueltas son buenos ejemplos.
Comentaba la actual presidenta de la UNEAC en Trinidad, Bárbara Venegas, que si bien Letras contaba con un poco más de recursos, dígase papel, cartulina para portada y modo de presillar todo el material en un todo único, Hojas sueltas se llamó precisamente así porque devino forma de imprimir en pequeño formato, a mitad de página, creaciones literarias que pasaban de mano en mano como sueltos, sin ningún tipo de encuadernación.
De muy relevante fue la presencia, desde sus inicios, de la doctora Elena Martha García Adlington, madre del mártir José (Pepito) Mendoza García. Nelly, como cariñosamente se le llamaba, acudía a cada encuentro con su proverbial humildad, a pesar de ser la autora de numerosas investigaciones, ambientalista reconocida y conocedora de la flora y la fauna de Casilda y de Trinidad, en general.
Autora del libro testimonial Mi escuelita de Polo Viejo, donde narra sus avatares de maestra sustituta entregada al magisterio incluso a costa de su flaco salario, y de una biografía de su hijo, Nelly siempre tuvo frases de aliento para los jóvenes, comprometida como estaba, con esa Revolución que llevó a su hijo al martirologio y a ella y a su esposo Esplugas, a donar al Estado cubano, la casa natal de Pepito, convertida no en museo acerca del joven asesinado por la dictadura de Fulgencio Batista, sino lugar para reverenciar a todos los mártires trinitarios. Precisamente ese es el nombre de la institución, Casa de los Mártires.
Sus libros testimoniales Ventana Abierta a mi Vida, y 42 días de búsqueda angustiosa, Premio Testimonio en 1977, y editado por el entonces Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, se tornan imprescindibles.
Se recuerdan figuras como la doctora Carmen Martínez González (Carmina), eminente pedagoga de varias generaciones de trinitarios, junto a sus inseparables amigos Josefa González Vivas (Fefa) y su esposo Ricardo Reyes Hernández. Estos dos últimos, además, no pocas veces deleitaban a los talleristas con sus interpretaciones musicales, al ser ella una excelente pianista, y él un violinista consumado, fundador de la orquesta trinitaria Estrellas del 48. También están el poeta Juan Daniel Zamora Rodríguez, todavía activo, y autor de numerosas obras; Blanca Rosa Corrales, directora de la antiquísima revista La Mariposa, y más acá en el tiempo, Héctor Miranda Reguera, autor de varios libros publicados por la Editorial Luminaria; Pável Esquerra…
Mucho más podría decirse de los talleristas, pero sería injusto dejar de mencionar a los asesores que a lo largo de estos años han llevado la voz cantante en cada cita, sugiriendo y estimulando, aunando esfuerzos en pos de resultados que en su momento pudieron ser apreciados por figuras de la talle de los escritores Eduardo Heras León y Senel Paz, para conformar una hermosa historia que llega hasta nuestros días con un poco de nostalgia, sí, pero con la certeza de que los continuadores, niños y adultos, engrandecen las letras trinitarias.