El día que Santiago se vistió por primera vez, con el uniforme verde Olivo

El 30 de noviembre de 1956 se produjo en Santiago de Cuba el alzamiento revolucionario del Movimiento 26 de julio que tenía como objetivo apoyar el desembarco del yate Granma

Por: Rafael Novoa Pupo

Días antes del desembarco por playa Las Coloradas, los expedicionarios del yate Granma escucharon la noticia por radio, del alzamiento revolucionario el 30 de noviembre en Santiago de Cuba, provocando así a todos ellos, el deseo por llegar cuanto antes a su destino, para combatir en tierra cubana, contra la dictadura de Fulgencio Batista.

El joven de 21 años Frank País, quien fuera jefe de Acción y Sabotaje, y miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, concibió la acción para apoyar el retorno de Fidel Castro y los expedicionarios del Granma, que habían partido del puerto de Tuxpan, México, el 25 de noviembre.

No pudo escogerse para la dirección del levantamiento en Santiago de Cuba un dirigente más capaz y valiente que Frank, quien cuando era estudiante al conocer del ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, quiso ayudar a los moncadistas, y se identificó con Fidel, al cual conoció después que este salió de la cárcel en mayo de 1955, cuando organizaba el movimiento revolucionario en todo el país.

El levantamiento armado del Movimiento 26 de Julio en Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956, cumple hoy su 65 aniversario. Esta acción fue apoyada por todo el pueblo santiaguero que se sumó espontáneamente al grupo de revolucionarios, quienes por primera vez salieron a las calles vistiendo el uniforme verde olivo y el brazalete rojo y negro del 26 de julio.

Según el testimonio de Léster Rodríguez, uno de los dirigentes de la insurrección de ese día, el plan para el 30 de noviembre fue concebido por Fidel en su parte general, pues hacía falta que se llevaran a cabo acciones en el resto de la Isla que impidieran al ejército batistiano trasladar sus efectivos con suficiente rapidez a la zona de desembarco”.

La hora escogida para iniciar las acciones del alzamiento fue las siete de la mañana, con el bombardeo al cuartel Moncada por un mortero. Al frente de esta operación estaban Léster Rodríguez y Josué País, pero ambos fueron detenidos antes de la hora señalada y las armas se quedaron sin utilizar en el tiempo convenido. Al no sonar el mortero, hubo desconcierto.

Pepito Tey no esperó mucho. Llamó a María Antonia Figueroa, quien atendía el teléfono en el cuartel general de los revolucionarios y le comunicó: «Doctora, dígale a Salvador (Frank País) que llegó el momento». Ella le pidió que se esperara y dio el recado a Frank, quien respondió: «Dígale que está bien». Minutos después, el estampido de los tiros inundaba la ciudad.

En la Policía Marítima, los revolucionarios atacaron la posta y a tiro limpio entraron en el edificio, hicieron prisioneros a un teniente, seis guardias y acopiaron armas. Ante la llegada de los refuerzos del Ejército batistiano al no neutralizar al cuartel Moncada por lo del mortero, abandonaron el lugar.

En la acción contra la Estación de Policía Nacional, la célula de Otto Parellada atacó por el fondo de la Escuela de Artes Plásticas, y el grupo comandado por Pepito Tey acometió por el frente, partiendo de la escalinata de Padre Pico. Junto con algunos de sus hombres, Pepito se atrincheró detrás del paredón en el tope de la escalera y avanzó. Subieron la escalera de la jefatura y lanzaron granadas, pero ninguna estalló, y tuvieron que retroceder sin dejar de disparar. A Pepito solo lo detuvo un balazo en la frente.

Ya Tony Alomá había caído en otro momento del combate, al subir el último escalón de Padre Pico. Otro grupo lanzaba cócteles molotov contra la Estación, pero estaban mal hechos y se extinguían rápidamente. Otto Parellada incluso herido, no cesaba de disparar hasta que una ráfaga acabó con su vida. Lejos de amilanarse, sus hombres recrudecieron el combate. Buscaron un saco de yute, metieron dentro varios cócteles molotov, le dieron candela y lo tiraron sobre el techo, que empezó a arder.

En el Instituto de Segunda Enseñanza un grupo de más de 20 jóvenes combatieron valientemente hasta la orden de retirada, de ellos solo 12 eran miembros del Movimiento 26 de Julio, los demás se habían sumado aquel día.

El plan general, contemplaba el apoyo a la fuga de los revolucionarios presos en la cárcel de Boniato, lo cual finalmente se logró pese a no poder contar con apoyo externo, y tres de los fugados alcanzaron luego el grado de comandante.

También, en otros lugares del territorio nacional como Nicaro, Palma Soriano, Guantánamo, Las Tunas, Baire, Manzanillo y Pinar del Río se combatió, a la vez que se llevaron a cabo incendios a servicentros en Cienfuegos y Camagüey, ocupación de armas en Santa Clara, sabotajes a vías férreas y telefónicas en varios municipios matanceros. En La Habana un comando, incendió la fábrica de espejos de Almendares y Lugareño.

El desembarco del Granma no pudo producirse el día 30 de noviembre como estaba previsto, por la demora de dos días para rescatar a un combatiente caído al mar, y aunque la orden de Fidel era esperar el desembarco para desencadenar las acciones, la falta de comunicación precipitó los hechos. La llama de la Revolución estaba prendida.

El 30 de noviembre de 1956 fue la primera de las grandes acciones en las ciudades. Ese día, Santiago volvió a ser la capital del heroísmo en Cuba. El propio Frank País, quien cayera asesinado menos de un año después, escribió de ese día de gloria:

“Armas de todos los calibres vomitaban fuego y metralla. Alarmas y sirenazos de los bomberos, del cuartel Moncada, de la Marina. Ruidos de aviones volando a baja altura. Incendios en toda la ciudad. El ejército revolucionario dominaba las calles y el ejército de Batista pretendiendo arrebatarle ese dominio. Los gritos de nuestros compañeros, secundados por el pueblo, y mil indescriptibles sucesos y emociones distintas”. (Con información de Agencia Cubana de Noticias, y Contraloría General de La República).