El Himno Nacional es una convicción en la que nos reconocemos como país
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« ¡Todavía se tiembla de recordar aquella escena maravillosa!», escribiría conmovido José Martí, al recordar la épica jornada del 20 de octubre de 1868, en Bayamo, cuando el patriota Pedro (Perucho) Figueredo, montado sobre su caballo, y en medio de una efervescencia popular sin precedentes, diera a conocer la letra del himno que hasta hoy simboliza el espíritu de un pueblo en permanente defensa de su soberanía.
«En la hora más bella y solemne de nuestra patria» –como también afirmaría el Apóstol– vino a alzar «el decoro dormido en el pecho de los hombres», al estar secundado por el primer triunfo de las huestes mambisas sobre las tropas españolas, el nacimiento de la primogénita ciudad libre de la República en Armas, y el nombramiento, en la propia urbe bayamesa, de la primera Plaza de la Revolución en Cuba.
Desde entonces, historia, cultura y nación han sido esencias entrelazadas en la formación de nuestra identidad; y la marcha guerrera de Perucho, el Himno de todos; un canto de amor y combate que, nacido en la fragua de la emancipación, nos recuerda que «morir por la Patria es vivir».
El Himno Nacional es una convicción en la que nos reconocemos como país. Es la marcha que nos enorgullece como tonada de ese clarín redentor y acompañante de la Guerra Grande, que germinó mambisa y, un siglo después, se acrisoló en la lucha rebelde que bajó de la Sierra Maestra con la victoria revolucionaria.
El Himno de Bayamo ha estado presente en los triunfos y en las más dolorosas pérdidas. Sus notas nos han encendido las pupilas, lo mismo en los podios más altos del Olimpo deportivo que durante un homenaje del pueblo a las víctimas del terrorismo imperialista.
Por genuina y heroica, nuestra marcha de guerra tampoco le ha sido ajena a ningún ámbito de la vida nacional. Músicos, médicos, obreros, campesinos, amas de casa, estudiantes… cubanos todos, sabemos que al cantar el himno honramos nuestros principios, que es la forma más hermosa de enaltecer la cubanía; esa misma cubanía que, en representación de lo que somos, de lo que queremos seguir siendo, y del futuro que aspiramos a forjar, nos convoca a festejar, cada 20 de octubre, el Día de la Cultura Nacional. (Tomado de Granma).