Con más de cuatro décadas en el magisterio y casi dos como directora de un plantel, esta docente trinitaria agradece a su madre todas las enseñanzas
Por: Ana Martha Panadés
De niña se recuerda, con una tiza en la mano y los tacones de su madre, impartiendo clases. La pizarra, de juguete; los alumnos, imaginarios; y esa primera luz que alumbra los destinos la condujo al aula, a la dirección de la escuela primaria República de Cuba del municipio de Trinidad.
A su mamá debe esa temprana pasión por el magisterio; pero Belkis Rosa Hernández Bravo siguió su propio sueño, aunque afortunadamente encontró en casa el espejo que le devolvió siempre la imagen de los valores esenciales de un maestro: el respeto, la disciplina y la integridad.
Los aprendió —y aprehendió también— desde los primeros años de vida y quiere morir con ellos; pero tampoco ha dejado de inculcarlos a su hija, a los alumnos, a los compañeros de trabajo; día tras día, por más de 43 años.
“Desde pequeña quise ser maestra y mi mamá apoyó siempre mi deseo. En la enseñanza primaria formé parte de los círculos de interés de pedagogía hasta incorporarme a la escuela formadora Rafael María de Mendive en Sancti Spíritus. Fueron años hermosos, a los que debo mi formación”, dice y sus recuerdos viajan a los días en que abandonó el pupitre para estar frente a un aula.
“Cuando me gradué en 1980 me ubicaron en la escuela Antonio Briones, conocida como Internado de Condado. Durante la carrera habíamos realizado prácticas docentes, pero sentí un poco de temor al principio. Fui aprendiendo y ganando confianza. Allí permanecí hasta que dejó de funcionar como centro interno”.
Tras concluir la licenciatura en Educación Primaria se incorporó a la escuela República de Cuba. Cumplía uno de sus grandes sueños y también el mayor desafío. La recibió Rosa Elena Bravo —la directora— y su madre, además.
“Comencé como maestra de primer grado. Nunca sentí ningún privilegio por ser la hija de la directora; al contrario, me exigía más que a todos. Considero que fue en esos años donde completé mi formación porque estuve rodeada de maestros excepcionales, de mucho prestigio, como Norma, Cheo y Libio, paradigmas de la educación en este municipio.
“Durante ese tiempo asumí otras responsabilidades como secretaria docente y jefa de ciclo, bajo la dirección de mi madre. Estuvimos trabajando juntas diez años, desde 1988 hasta 1998 y mantuvimos una relación muy sana, sobre la base del respeto mutuo.
“En la casa volvíamos a ser madre e hija; nunca llevamos los problemas de la escuela, aunque más de una vez necesité sus consejos y pude siempre contar con ellos. Todavía los extraño mucho. Ya no está físicamente, pero sigue siendo mi inspiración”.
¿Qué significó asumir la dirección de la escuela?
Ya son casi dos décadas en esa responsabilidad, con un intermedio de dos años durante los cuales me desempeñé como Metodóloga municipal de la Enseñanza Primaria hasta regresar al centro en el 2011. Fue un gran reto, pero todos me dieron su voto de confianza, incluso ella. Ninguna persona es igual a otra, a pesar de crecer al abrigo de mi mamá. Tuve que aplicar mis propios métodos de dirección porque, además, el sistema educacional se encontraba en un proceso de transformaciones.
Sin embargo, en todos estos años he tratado de mantener su huella, la esencia de su estilo de trabajo, la imagen de la escuela, sobre los cimientos que ella levantó. Son vivencias que se impregnaron de una manera muy fuerte junto a mi formación pedagógica.
¿Y la fórmula?
La escucha es muy importante, el respeto, la disciplina, ser siempre ejemplo. Se trata de cuestiones vitales en el proceso de dirección. Lograr la estabilidad del colectivo y el nuestro, integrado por 45 trabajadores, se ha mantenido por mucho tiempo.
La escuela República de Cuba constituye un símbolo en Trinidad
No solo por los resultados académicos, que son excelentes. El pasado curso, por ejemplo, cerramos con 99 por ciento de promoción y varios premios en concursos y otras actividades. Pero la edificación también tiene valores patrimoniales; formó parte de la Iglesia de Paula y es un inmueble muy antiguo que necesita una reparación capital.
Estas labores se ejecutan de manera paulatina y en la medida que se disponga de los recursos y presupuesto, pero la docencia se garantiza bajo cualquier circunstancia. Hay grupos en locales cercanos que reciben un seguimiento sistemático y el proceso educativo cumple con todos los requisitos.
La enseñanza tiene deficiencias, ciertas lagunas…
Las tiene y no podemos cruzarnos de brazos. Por eso se implementa el tercer Perfeccionamiento de la Educación cubana. Pero voy a centrarme en nuestro centro. El claustro docente trabaja por elevar la calidad del aprendizaje de nuestros estudiantes. Para ello hay que mantener el nivel de exigencia, la superación constante y estrechar el vínculo con la familia.
La sociedad cambia y la educación no se puede quedar atrás. Es el propósito del proceso en el que nos enfocamos. Ahora se trabaja por momentos del desarrollo, pero todavía es un desafío para los maestros.
Estamos en la etapa de aplicación. Lo considero válido y necesario. No solo centra la atención en el aspecto académico, sino que valora al alumno de manera integral. Hay que ubicar al niño en su entorno familiar, comunitario y social. La familia tiene que ser parte activa de esa formación, junto a la institución educacional.
¿Lista para delegar en otra persona esa gran obra que ha sido dirigir la escuela República de Cuba?
Cuando llegue el momento de la jubilación, otros profesionales igualmente capacitados tendrán la oportunidad de continuar la labor. Les doy el mismo voto de confianza que un día recibí. Como mi madre, creo que nunca me iré definitivamente de esta escuela. (Tomado de Escambray).