Hace 60 años que el caserío serrano de Polo Viejo, situado a casi 40 kilómetros de la ciudad de Trinidad, en la provincia de Sancti Spíritus, entró en la historia por la resistencia de un quinteto de pobladores de aquel sitio ante una banda de alzados contra la Revolución
Una singular casa de mampostería cobijada con tejas se había convertido por aquellos días en cuartel de las Milicias Nacionales Revolucionarias y las circunstancias facilitaron que el 25 de enero de 1963 el llamado jefe del Estado Mayor de las bandas en el Escambray, Julio Emilio Carretero, decidiera atacar la instalación para apoderarse de su armamento.
Carretero sabía que ese domingo la inmensa mayoría de los milicianos se encontraba de operaciones lejos de aquel campamento y que solo el viejo Maximiliano García estaba en el lugar, a quien le resultaba imposible recibir ayuda con rapidez por lo intrincado del sitio en la cordillera de Guamuhaya.
La campesina Petrona del Sol, que tenía su vivienda a pocos metros del cuartel, echó por tierra el factor sorpresa porque vio el movimiento de los agresores, entre quienes reconoció a su pariente Ramón del Sol; e inmediatamente, envió a su pequeño hijo a avisar a los pocos revolucionarios que en ese momento estaban en el caserío.
En medio de la maniobra, Carretero, quien estaba escondido en un cafetal cercano, envió a un campesino que tenía prisionero desde horas antes del ataque para conminar a quienes estaban en Polo Viejo a que se rindieran.
La respuesta de Maximiliano fue tajante: “Dile… que aquí tenemos como 28 armas y miles de balas, que vengan a buscarlas, pero peleando porque nosotros no nos rendimos”.
Aproximadamente a las 4:00 de la tarde se inició el combate en el que Maximiliano, Félix Pasos González (administrador de la tienda del pueblo), y Julio del Sol González (responsable de ganado menor en la granja agropecuaria), ayudados por Petrona del Sol y Marciano, su hijo de nueve años, enfrentaron a los contrarrevolucionarios.
Luego de dos horas de combate y al recibir los atrincherados en el cuartel ayuda de tres milicianos que se unieron a la batalla, los bandidos abandonaron el lugar, no sin antes ultimar a los revolucionarios Fermín Rubén Vizcaya y Eustaquio Calzada Ponce; además de incendiar ocho casas, la escuela y la planta eléctrica.
Muchos años después, Del Sol González dijo a la prensa que Carretero y sus cómplices creyeron que aquella acción iba a ser un paseo; incluso, agregó, se dice que tenían hasta un puerco asado para celebrar la victoria.
Los agresores no pudieron apoderarse del pequeño fortín, ni crear impacto psicológico en la población gracias al coraje de los defensores, quienes pudieron repeler, con bravura, el ataque enemigo en tan difíciles condiciones. (Agencia Cubana de Noticias).