Una historia de amor latinoamericana frente a una mirada extranjera

Fotos: cinemaparaiso.blogia.com
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Una costosa inversión de la industria cinematográfica norteamericana sobre la famosa novela de Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera, es calificada de fracaso dada la interpretación del director, el superficial guión, el quehacer actoral y otras “menudencias”…

Por: María Isabel Nieblas Trocones*

La industria cinematográfica norteamericana una vez más apostó por el éxito, llevando al cine una reinterpretación de la famosa novela homónima de Gabriel García Márquez: “El amor en los tiempos del cólera”. Haciendo una inversión de cincuenta millones de dólares en una historia novelesca de corte romántico con un final feliz, archiconocida en toda la región americana desde el norte hasta el sur, incluso Europa, y reuniendo un reparto de actores con una trayectoria internacional prestigiosa, parecía que la película estaba destinada a ser un éxito de taquilla.

Sin embargo, el fracaso de la cinta no estuvo dado en primer lugar por los pocos millones que recaudó, sino por la superficialidad con que el guionista Ronald Harwood “adaptó” la novela y la pragmática visión del universo Garcíamarquiano que el director Mike Newell reflejó en su filme.

Y es que condensar una novela de más de trescientas páginas en una película de aproximadamente dos horas, con todas las complejidades descritas minuciosamente por su autor no solo desde el punto de vista escénico sino también desde el punto de vista sentimental, sensorial, y temporal, elementos que sumergen al lector en un constante viaje hacia las esencias, resultó ser menos interesante y sí, ciertamente muy contradictorio.

De todos modos mi análisis no centra su atención en la fidelidad con que los autores cinematográficos construyeron su apropiación de la obra literaria. Creo que esas fidelidades son rasgos de falta de imaginación en los artistas que se someten a este tipo de ejercicio creativo, pues resulta mucho más interesante como la propia palabra lo dice: “reinterpretar”, donde se manifieste la necesidad de quien reescribe de echar a volar hacia nuevos horizontes; y las materialidades, los signos, los símbolos y los contextos sirvan para que exista más que todo un diálogo entre las obras implicadas, de manera que la trasposición medial sea un prisma multicolor que nos revele un paisaje distinto en el mismo mapa geográfico. Mi análisis centra su atención en la condición latinoamericana de la obra, como rasgo fisonómico más polémico de la reinterpretación fílmica.

Una historia caricaturizada

Tomando como punto de referencia las definiciones de Irina Rajewski sobre los tipos de intermedialidad, quisiera analizar en primer lugar la perspectiva cultural, debido a que el guionista y el director del filme pertenecen a realidades muy distintas de la descrita en la obra literaria. En primer lugar, su guionista Ronald Harwood, nacido en Sudáfrica en 1942, hizo su carrera profesional en Reino Unido principalmente en el mundo del teatro, aunque también escribió novelas y libros de no-ficción. Su incursión en el cine estuvo determinada por llevar a la pantalla los libros de otros, tal es el caso de El pianista, Wladyslaw Szpilman, Dickens Oliver Twist y El amor en los tiempos del cólera.

Punto en común con Mike Newell, director de cine inglés, quien también sustentó su carrera fílmica en la “adaptación” de grandes obras literarias. Estas conexiones pudieron haber augurado para el equipo de producción de la película una garantía para convertirse en un éxito mundial, pero la verdad es que a pesar de que estas personalidades tenían la habilidad de llevar al cine obras literarias, no se involucraron en profundidad con el texto de Gabriel García Márquez, ni con la realidad latinoamericana de finales del siglo XIX principios del XX, ni tampoco incluyeron en su narración las luces de lo Real Maravilloso que engrandece nuestra cultura regional y conforma nuestra identidad y nuestra cosmovisión.

En el filme asistimos a la recreación de una historia caricaturizada, preocupada por detalles epocales y escenográficos, soportada sobre los sucesos del libro que resultaron más pertinentes mostrar a veces sin una coherencia dramatúrgica que nos involucrara con la historia y el destino de sus personajes protagónicos.

El amor se convirtió en un espectáculo sin gracia ni romanticismo, y el cólera, en el caótico recurso que hilvanó con alguna coherencia los sucesos de la trama. Por lo que aunque estamos en presencia de un hipertexto cuyo hipotexto es una obra literaria latinoamericana, el filme, no lo es, y no solo por el hecho de haber sido escrito y dirigido por dos extranjeros, sino por la distancia que ambos pusieron entre sus realidades y la de la novela.

Lo podemos notar además, en la necesidad de sustituir el castellano como idioma original del contexto donde se narran los hechos, en la contratación de un reparto de actores de orígenes tan diversos que ridiculizaron incluso el idioma inglés por la diversidad de acentos con que cada uno manejaba el lenguaje.

En la selección de una Fermina Daza italiana tan pálida y falta de carácter como si en América Latina no hubieran actrices capaces de interpretar con grandes bríos el carácter de mula de la protagonista y regalarnos una mejor interpretación del universo personal de esta mujer. Y por supuesto, la banda sonora al estilo mainstream, espectacularizada por la voz de Shakira, impide crear un vínculo íntimo con las atmósferas de la película, con los escenarios naturales y los momentos de mayor dramatismo, pues a pesar de los grandes esfuerzos de la cantante, me parece estar sumergida en un interminable video-clip. Razones por las cuales al terminar de ver el filme sentí que estaba ante una penosa caricatura de la historia de amor de Gabriel García Márquez, su novela más querida, y más sentida; porque relata los amores contrariados de sus padres.

Entre el amor y el cólera

Es sin dudas esta novela un compendio de historias de amor, transversalizada por Fermina Daza y Florentino Ariza. Una historia que no solo recorre las vidas de sus personajes sino que profundiza en sus sentimientos, en sus sensaciones, sus reacciones, describe detalladamente el carácter de cada uno y revela sus defectos y frustraciones de manera natural, por lo que el lector llega a conocerles muy bien y a identificarse con todas sus angustias y contradicciones.

El amor se presenta como tema principal y se convierte en el prisma con el cual se observan diversos aspectos de la realidad, como la lucha de clases, las convenciones sociales, la vejez y la muerte. Pero sin dudas desborda todas las páginas con escenas eróticas, apasionadas y dolorosas donde compartimos la agonía, la espera y la nostalgia con todos los personajes presentados. Pero lo que más llama mi atención es que la mayoría de esos personajes, insatisfechos, son mujeres, dato que el autor puntualiza en la lista de amantes de Florentino.

Digamos que entonces “los tiempos del cólera” no solo se refiere a la época de precariedad sanitaria en que esta enfermedad azotaba el Caribe, sino también constituye un indicador de los prejuicios sociales de la época, y la influencia lacerante de los preceptos religiosos católicos sobre la vida de sus habitantes.

Mientras transcurre la lectura me encuentro con cuatro tipos de mujeres: las casadas, las viudas, las solteronas y las fáciles; todas agrupadas en estas cárceles conceptuales que la sociedad patriarcal inventó para prohibirles la libertad, la felicidad, el derecho a la plenitud, al empoderamiento. Más de quinientas mujeres pasan por la vida de Florentino Ariza durante toda la novela, pero otras las encontramos en la familia de Fermina, de Juvenal Urbino y en las calles de la ciudad, todas infelices, insatisfechas y estigmatizadas. Entonces comprendemos que el carácter de mula de Fermina es una declaración de guerra contra los convencionalismos, una posición de fuerza ante la figura masculina del padre, una decisión de hacer y de ser libre hasta las últimas consecuencias al punto de llegar a ponerse una daga en el cuello para quitarse la vida cuando Lorenzo Daza quiere imponerle una vida diferente a la que ella sueña, una actitud de rechazo hacia las imposiciones sociales.

Ciertamente uno de los momentos más felices de este personaje es cuando el padre le da las llaves de la casa para que ella disponga de todo. Ahí comienza a sentirse independiente, a gusto con ella misma, a edificar su espacio propio y a disfrutar de la adultez, aunque sea solo dentro de su casa. Tener que elegir entre un hombre u otro sin tener claros sus sentimientos, sin haber disfrutado la vida, son actitudes que causan mucha ansiedad en este personaje que termina siendo domesticado y obligado a servir a su padre, a Dios y a un marido.

Pero en el filme, Fermina Daza es tan blanda como un pajarillo domesticado en una jaula, su belleza parece ser el mejor atributo que encontró el director para elegirla como protagonista y no su presencia escénica o su fuerza. La figura femenina es tratada desde la espectacularización del sexo, el cuerpo y la desdicha. Digamos que la Pautas regionales-culturales tienen una gran responsabilidad en los desaciertos del casting, y en la manera en que el director del filme trabajó con sus actores la caracterización de sus personajes.

Los dominantes estéticos responden a la industria cinematográfica más comercial orientada a la banalización, al respecto Gabriel García Márquez declaró en una entrevista: “la película se queda en la cursilería y los personajes aparecen despojados de la gracia literaria. Será peor aún para quienes no hayan leído la novela, pues la película es tan plana que pasarán dos horas aburridísimas”.

Compartiendo la opinión del maestro, creo que el filme atropella la historia al punto que el espectador no logra identificarse con los personajes, no se conecta con sus emociones, no logra entender sus actitudes, no sufre con el amor de Florentino y Fermina, ni tampoco refleja ese mar de complejidades sentimentales que sufren los amantes cuando arden de pasión.

Lamentablemente un filme cuya ideología se sustenta solamente en la aceptabilidad desde el punto de vista comercial, pues su contenido carece de nuevas valoraciones sobre los principales temas abordados por el autor de la novela, ni establece un posicionamiento crítico sobre la vida social, política y cultural de la época en América Latina.

En resumen, la obra cinematográfica, desde el punto de vista transtextual le resta valor a la novela de Gabriel García Márquez, caricaturizando sus personajes, deformando su relato y tergiversando sentimientos, al punto de servir solo de estampa fotográfica del cambio de siglo del Caribe colombiano.

Es penoso encontrar filmes con tan altas pretensiones y precarios resultados, teniendo como base historias tan bien concebidas de autores de gran talante como nuestro querido Gabo. Me deja la insatisfacción de haberme mostrado una postal, y no haberme ensamblado como una pieza más en ese barco fluvial en un viaje hacia mí misma, hacia mis más recónditos parajes dentro de mis propios sentimientos aún en plena exploración, creo que siempre en plena exploración.

Esta película me deja desnuda e indefensa frente a una novela que me perturba desde el comienzo con una muerte, con una renuncia a la vejez y a la vida, pero que me salva con el amor, con la necesidad de disfrutar el camino paso por paso, y de vivir sin culpas ni prejuicios cada uno de los sentimientos que llegan a mí, porque a fin de cuentas, el alma nunca envejece, y solo ella tiene el gran poder de hacernos sentir eternos.

*La autora, oriunda de Trinidad, donde ha propuesto desarrollar algunos proyectos, es graduada de la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes de La Habana (antiguo ISA), y cursa la maestría en Cine Latinoamericano y Caribeño.