Trinidad: la ciudad de las chinas pelonas

Muchas calles de Trinidad conservan su fisonomía original con su hermoso emedrado. Foto: José A. Rodríguez / Escambray.

Por: Ana Martha Panadés

Entre sus más preciados tesoros, las chinas pelonas embellecen, hacen único el paisaje urbano de Trinidad; piedras que llegaron como lastre de las embarcaciones del Nuevo Mundo y los esclavos sembraron en la ciudad para trazar ese entramado de calles sinuosas y caprichosas, víctimas de la furia de las aguas durante los aguaceros torrenciales de mayo.

Las áreas citadinas más dañadas se concentran en la Plaza de Segarte y las calles “Alameda”,  “Cañada”, “Colón”y “Boca”, donde las piedras fueron arrancadas y arrastradas varios metros a causa del aluvión que amenazó con “ahogar” a la añeja villa.

De inmediato, cuenta le especialista principal del departamento de Plan Maestro de la Oficina del Conservador, Berta García Largo, se diseñó un plan emergente dirigido a trabajar en las partes más afectadas y ya se emprenden las primeras acciones para restaurar el empedrado.

Estas labores implican el traslado temporal del mercado artesanal en vivo, la conocida “candonga”, ubicado en la calle Cañada, lo cual permitirá agilizar el trabajo de los empedradores, un oficio casi tan antiguo como la misma villa.

Hoy son traídas desde las laderas de los ríos, pero siguen siendo piedras grandes, pulidas, con cantos, las que adornan las calles de Trinidad, esas que se mueven sinuosamente, unas descendiendo la suave cuesta, otras desplazándose en curva y descubriendo la magia y el espíritu de toda una ciudad, donde los arrastres pluviales o cañadas también devienen símbolo muy cercano.

Según la bibliografía de la época, argumenta la especialista, por estas calles se canalizaban las aguas desde la ladera de La Vigía hasta las zonas más bajas de la ciudad, donde no existe sistema de alcantarillado; la inversión, costosísima, constituye uno de los sueños más importantes para los que amamos Trinidad y estamos comprometidos con su preservación.