
Por: José Rafael Gómez Reguera
Con 505 años a cuestas, la ciudad de Trinidad siempre ha enamorado. Poetas, escritores, artistas, gente llana de pueblo, encumbrados personajes… todos han sucumbido ante su belleza, expuesta en sus empedradas calles, sur rejas, plazas, parques y plazuelas, palacetes y casas sencillas, y también ante quienes la habitan.
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El trinitario es especial. No le apena conversar de su ciudad y su Valle de los Ingenios como el más experto de los guías. Comparte con cualquiera sus saberes culinarios, sabe de plantas y flores tanto como de las aves cantoras; recomienda sitios de interés, se enorgullece de los paisajes citadinos, sus amaneceres, las puestas de sol y la inigualable hermosura de sus noches y hace gala del respeto que merece todo visitante.
Caminar por el Centro Histórico merece más de una jornada, sobre todo en estos meses calurosos del estío. Adentrarse en los numerosos museos y galerías estatales y privadas demanda de tiempo, incluso, si se pretende llevarse de vuelta una obra de arte o cualquiera de las artesanías que pueblan los mercados urbanos o rurales, como es el caso del existente en Manaca-Iznaga, justo al pie de la emblemática torre, devenida símbolo oficial de Trinidad.
Degustar los platos típicos es otra necesidad del viajero. En cualquier restaurante sorprenden olores y colores de la comida local, sin dejar a un lado lo mejor de la cocina internacional para satisfacer gustos y necesidades de la restauración.

Es Trinidad esa ciudad que todos quieren visitar, comiencen su recorrido por la añeja Habana, el Valle de Viñales, en Pinar del Río, o por cualquier zona del extremo oriente cubano. La Tercera Villa fundada por los españoles en Cuba, en enero de 1514, es una parada obligatoria pero siempre para más de una noche, pues cuentan, y mucho, la ciudad y su Valle de los Ingenios. Pero imposible dejar a un lado el turismo de naturaleza, con Topes de Collantes y sus alrededores a la cabeza, o las playas trinitarias, con Ancón a la cabeza de todas.

Ya rumbo a su cumpleaños 506, la Villa del Táyaba deviene uno de los principales destinos turísticos de Cuba, imposible de dejar fuera de la agenda para quienes vienen por vez primera o repiten, con hoteles, restaurantes y otros centros extrahoteleros a su disposición, y sus crecientes negocios del sector no estatal, los cuales, a no dudarlo, dan un toque de singularidad, elegancia y buen gusto.