Por: José Rafael Gómez Reguera
Hace 161 falleció el célebre filósofo materialista alemán, naturalista, uno de los fundadores de la geografía moderna, considerado el segundo descubridor de Cuba: Alexander von Humboldt Berlín, 1769 – 1859), quien durante una de sus dos estancias en la Isla antillana, visitara Trinidad, acompañado por el botánico francés Aimé Jacques Alexandre Goujaud (conocido como Aimé Bonpland), naturalista, médico y botánico francés.
Vídeo Costa Sur y Trinidad (viaje de Humboldt a Cuba 1801)
Alexander von Humboldt, el segundo descubridor de Cuba y Trinidad (II)
Procedente de una aristocrática familia prusiana, Humboldt muy pronto se sintió atraído por la naturaleza, y se dedicó a coleccionar insectos y plantas. Tras el fallecimiento de su padre, fue su madre quien la apoyó en sus propósitos y recibió una formación esencialmente científica.
Como consecuencia de sus observaciones, investigaciones, exploraciones, estudios y experimentos, contribuyó al desarrollo de la geografía, la geología, la botánica, la química, la zoología, la historia, la meteorología, la oceanografía, la geofísica, la anatomía, la astronomía, la mineralogía y los idiomas.
Además de su lengua materna dominaba el inglés, el español y el francés. Fue miembro de sociedades científicas, y varios lugares geográficos han recibido su nombre. Entre 1794 y 1795 tuvo contactos y amistad con sus compatriotas, J. W. Goethe y F. Schiller.
La herencia familiar le permitió poder hacer realidad su sueño de viajar por el mundo. En el curso de la preparación de una gran expedición, visitó Jena, Dresden, Viena, Salzburgo y París donde conoció al naturalista Aimé Bonpland.
En 1799 se hizo a la mar, en lo que fuera un largo viaje de cinco años por el continente americano. En el transcurso de la exploración del río Orinoco, comprobó su conexión con el sistema de drenaje amazónico, y logró coleccionar extractos de material botánico y especies biológicas; al final de su vida llegó a acumular 60 000 plantas, incluidas miles de especies nunca antes descritas.
Como resultado de su esfuerzo logró acopiar cantidades ingentes de datos sobre el clima, la flora y la fauna de la zona, así como determinar longitudes y latitudes, medidas del campo magnético terrestre y unas completas estadísticas de las condiciones sociales y económicas que se daban en las colonias mexicanas de España.
Entre 1804 y 1827 se estableció en París, donde se relacionó con las más insignes personalidades de la época (conoció entre otros a Simón Bolívar, cuya causa emancipadora apoyó) y se dedicó a la recopilación, ordenación y publicación del material recogido en su expedición, contenido todo él en treinta volúmenes que llevan por título Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente.
Durante su periplo de cinco años por el continente americano, Humboldt visitó dos veces a Cuba. La primera fue el 19 de diciembre de 1800, y permaneció hasta el 15 de marzo de 1801. En abril de 1804 arribó de nuevo a la isla, en una breve visita de apenas un mes de duración.
En conjunto dedicó a Cuba alrededor de cuatro meses, durante los cuales recorrió La Habana y sus alrededores hasta Managua, Bejucal, Valle de Güines y Batabanó, así como el sur de Trinidad, en compañía del talentoso botánico y naturalista francés Aimé Bonpland. Se hospedó en la casa del conde de O’Relly, y departió con Don Francisco de Arango y Parreño y el Dr. Tomás Romay Chacón.
Escribió un texto titulado Ensayo político sobre la Isla de Cuba, publicado 22 años después de su última estancia en la Isla, o sea, en 1826. Durante todo el tiempo estuvo en contacto con sus amigos cubanos y ello le permitió estar al día en los conocimientos expuestos.
En el último capítulo de este Ensayo, titulado Viaje al Valle de Güines, al Batabanó y al puerto de La Trinidad, y a los jardines y jardinillos del rey y de la reina, redactado en forma de relato de viaje, el científico prusiano da informaciones sobre sus actividades en Cuba.
Interesante es la referencia a una cita que tuvieron él y Bonpland en Trinidad, en casa del Teniente Gobernador Vicente y Ulloa, un sobrino del célebre astrónomo Don Antonio Ulloa, momento en la cual el anfitrión les preparó
“un gran convite con comida indigerible, emigrados más indigeribles todavía que se anidaron por todas partes y versos horribles que un doctor teologiae obeso (que a pesar del terrible calor del día estaba vestido de terciopelo) recitaba para elogio mío con una lentitud embarazosa. El teniente gobernador (apenas 180 pesos de ingreso, aunque gobernador de 4 pueblos, Trinidad, Villa Santa Clara, El Puerto Príncipe y Sancti Spíritus) me dijo de manera muy ingenua, que para sentir vivamente como era el tono de esta ciudad, solo tenía que mirar alrededor de mí; el doctor era un cura malísimo y el más erudito de todos… En la casa de Don Antonio Padrón, la familia más rica, mucha compañía de mujeres, viejas hermanas, muy vivas, algo impertinentes. Pero todo demostraba que uno se encontraba en la isla de Cuba. Las mujeres de esta isla tienen una vivacidad, una agilidad, por lo que se distinguen con gran distancia de las criaturas insignificantes e indolentes de los indios de Caracas y Cumaná”
A continuación describe los dos puertos de Trinidad, las observaciones y mediciones realizadas por él allí, las grandes y rápidas bajadas de temperatura en los llanos de La Habana.
Sobre Trinidad, específicamente, apunta:
“La industria azucarera alrededor de Trinidad ha aumentado algo, se transportan anualmente unas 4000 cajas de azúcar, pero la tiranía, que La Habana ejerce sobre el resto de la isla, impide toda industria. Como el gobierno reina desde La Habana, y no ve nunca el resto de la isla, como el consulado está formado por hacendados y comerciantes, cuyo interés es que sólo florezca el comercio de La Habana, no se permite que barcos neutrales entren y carguen aquí, a pesar de que el permiso real incluye todos los puertos. Se pretende que el contrabando sería demasiado grande, como si en alguna parte se pudiese hacer más contrabando de Providence y Jamaica, de lo que hace la clase de hombres más ricos en La Habana desde Batabanó; en La Habana, donde por dinero se pueden conseguir todo tipo de papeles de exportación, certificados como si uno hubiera cargado productos españoles, como si uno tuviera hierro y esclavos, papeles que son transferidos de un barco a otro… Por esto, debido a la falta de recogida, en Trinidad el azúcar no tiene precio; se acumula, mientras el hacendado en La Habana recibe el dinero para sus productos ya antes de cosecharlos. El gran tamaño de La Habana tiene la culpa de que el resto de la isla sea un desierto. Desde Trinidad la desesperación hace que los pobres hacendados en tiempos de paz lleven su azúcar a La Habana a pesar de los gastos de transporte, vía Batabanó por tierra o por el Cabo de San Antonio. Esa misma es la situación del Puerto Príncipe, de Santiago de Cuba… Se está pensando, poner inmediatamente una queja en tiempos de paz en Madrid… pero los familiares de los hacendados de La Habana, o sea el partido contrario, son los más ricos, los más prestigiosos, los más hábiles… Aparte de la injusticia es también poco político. El alto precio de todos los alimentos que mata a la industria, el encarecimiento del sueldo, la imposibilidad de defenderse como ciudad militarmente durante mucho tiempo, el lujo, la inmoralidad, la inclinación por novedades impetuosas, la fiebre amarilla – males que preceden una población artificialmente grande, donde dentro y fuera de los muros viven unos 110.000 habitantes, mientras toda la isla tiene 300.000 (entre ellos 50.000 esclavos) Cuantas veces más sabio sería preparar varios puntos centrales en la larga isla…”
Continúa…
Fuentes: ECURED, Lo público y lo privado en los escritos de Aejandro Von Humboldt sobre Cuba , Radio Rebelde.