Carlos Joaquín: celoso guardián de Trinidad

Por: Juan Carlos Naranjo

“En otros países no se llama historiador, se llama cronista porque son los que recopilan la historia acumulada de una localidad. El primero de Trinidad fue Francisco Marín Villafuerte, el segundo, Manuel de Jesús Bécquer y Medina, el tercero he sido yo”.

El primero de octubre de mil novecientos setenta y cuatro Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara fue nombrado Historiador Oficial de la Ciudad de Trinidad. Así se puso en sus manos la defensa del rico patrimonio de la otrora villa y fue un celoso guardián.

Junto a otros consagrados intelectuales encaminó el proceso restaurador de la urbe. Sin embargo, otro aporte realza su apego por la Tercera Villa de Cuba.

“Además de algunos escritos, pienso que el aporte mayor que he hecho han sido las jornadas de la cultura. Aquí se celebró la primera en Cuba y abrió el camino para los festejos de ese tipo en otras localidades del país, hasta internacionalmente.”

La impronta de Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara remarca siempre los festejos fundacionales de Trinidad y el 507 no es la excepción. El hijo ilustre de la urbe, que falleciera el dos de marzo de dos mil nueve comparte desde lo infinito con los lugareños, los éxitos de la ciudad, única, excepcional.

“Trinidad se fundó con villa en los primeros quince días de 1514 a orillas del río Arimao, cerca de Cienfuegos, pero a partir de 1585 ya se le había dado el privilegio de ser la ciudad de La Trinidad”.

El tercer Historiador Oficial de la Ciudad de Trinidad recibió siempre con regocijo los éxitos de la añeja ciudad.

“Me sentí muy feliz cuando en 1988 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) otorgó al centro histórico de Trinidad la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad porque se lo merece, igual que el Valle de los Ingenios, responsable económico del despegue que tuvo la urbe”.

Entre el mar y la montaña se erige Trinidad, la Ciudad Artesanal del Caribe, la Ciudad Creativa. Títulos y reconocimientos a su favor despabilan el paso de sus hijos sobre las chinas pelonas.