Joe Biden: ¿el peor de todos?

La imagen de Biden ha pasado de opaca a negativa por seguir el guion de Trump y no cumplir sus promesas electorales. Foto: AP.
La imagen de Biden ha pasado de opaca a negativa por seguir el guion de Trump y no cumplir sus promesas electorales. Foto: AP.

Por hacer lo mismo que su antecesor Donald Trump y no lograr aplicar su propia agenda, el actual Presidente cosecha derrotas que amenazan las aspiraciones demócratas para las elecciones parciales de 2022

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Prácticamente todas las informaciones referidas al Presidente estadounidense Joe Biden por estos días hablan de crisis y de derrota a raíz de los continuos estragos de la pandemia de covid y de los últimos fracasos demócratas en las elecciones estaduales de Virginia, donde Terry McAuliffe, el candidato del partido, azul fue derrotado, y de Nueva Jersey, porque lo que se consideraba un puro trámite para reelegir al gobernador Philip Murphy devino agónica victoria.

Según analistas, más que lo que pudieran haber hecho mal estos candidatos a gubernaturas del partido representado por un burro, ha pesado el desempeño errático y opaco de Joe Biden, sobre el cual se siguen acumulando puntos en contra que, según media docena de encuestas, lo sitúan como del peor presidente de todos los tiempos, al caer de 57 por ciento de aprobación a un mes de su asunción presidencial, a solo 42 a día de hoy.

A los ojos de buena parte del electorado norteamericano, Biden aparece como el principal responsable, no solo por lo que ha hecho mal, sino por lo que ha dejado de hacer en bien de sus conciudadanos, empezando por sus promesas durante la campaña para las últimas elecciones presidenciales en las que derrotó al republicano Donald Trump, de quien ha copiado su agenda extremista de derecha.

Pruebas al canto: Trump firmó en Qatar a finales del 2020 un acuerdo con el movimiento Talibán de retirada de las tropas de EE.UU. y sus aliados de Afganistán en 2021 bajo condiciones muy desventajosas, el que el nuevo Presidente podía haber modificado para salvar la honrilla de la superpotencia, pero en cambio convirtió la evacuación en el desastre que hoy le atribuyen al abúlico Joe los medios políticos y militares.

El no haber consultado con sus aliados de la OTAN las condiciones y plazos de esa retirada, que devino punto menos que catastrófica, malquistó a Washington con los países que le sirvieron de cómplices en la aventura afgana e hicieron retroceder el terreno ganado por Biden en la restauración de los vínculos con la organización belicista y con los líderes de la Europa de los 27, tan maltratados por Trump a lo largo de sus cuatro años al frente de la república imperial.

Por si fuera poco, hace escasas semanas el actual mandatario provocó otra crisis, esta vez con Francia, al anunciarse de manera intempestiva una alianza entre Estados Unidos, Australia y Reino Unido para el océano Pacífico, cuyo efecto inmediato fue la suspensión unilateral por parte de la isla-continente, del acuerdo para el suministro de submarinos diésel-eléctricos galos por valor de más de 66 000 millones de dólares a Camberra, que serán sustituidos por ocho sumergibles a propulsión nuclear de factura estadounidense y británica.

Este hecho, que el Presidente francés Emmanuel Macrón calificó como una “puñalada por la espalda”, suscitó la repulsa de una mayoría de países de la Unión Europea y, aunque Biden ha tratado de restañar las heridas causadas, y aparentemente lo ha logrado, los observadores piensan que reforzará las intenciones de Francia, Alemania y otras naciones del Viejo Continente, de llevar a vías de hecho la creación de un Ejército europeo propio en menoscabo de la OTAN, dominada por Estados Unidos.

Para colmo, si Trump con sus excesos estuvo a punto de provocar una guerra atómica con Corea del Norte, lo que hizo crecer de manera rotunda el sentimiento de alarma entre los militares y la población estadounidenses, Biden, para no ser menos, ha espoleado la agresividad contra Rusia, acercando la OTAN a sus fronteras y, lo que es peor, ha provocado un peligro de guerra inminente con China al estimular los ánimos separatistas de Taiwán.

Pero es dentro de los confines imperiales donde —al parecer— se decidirá la presente batalla política, y aquí Biden sigue en desventaja por no haber podido llevar adelante en el Congreso su proyecto de ley de infraestructura y el de gasto social, a pesar de la pequeña ventaja que tiene su partido en ambas cámaras, porque ha sido deficiente su gestión para convencer a suficientes legisladores demócratas y republicanos de que los respalden con su voto.

Contra lo que muchos pueden pensar, no solo entre los republicanos es que estos proyectos de Biden encuentran la mayor oposición, pues también se le oponen los sectores más derechistas de su propio partido —también los más opulentos—, pues ven amenazadas sus ganancias si sigue creciendo la inflación y si, como todo indica, el plan de inversiones del Presidente se financiará en gran parte con un aumento de impuestos a los más ricos.

Lo cierto es que los modestos incrementos del gasto social les parecen demasiado a los republicanos y muy poco al norteamericano medio, pues no se han traducido en la creación sustantiva de empleos ni han reanimado lo suficiente la economía, afectada sensiblemente también por la actual pandemia.

De otro lado se ubica el amplio sector demócrata representado por los seguidores de Bernie Sanders, Alexandra Ocasio-Cortés y otros, que no se ven representados en la política del gobierno, más aún por cuanto la vicepresidenta Kamala Harris, que algunos vieron como la cara más popular y mediática de la presente administración, ha sido eclipsada hasta casi esfumarse.

Todo ello ha redundado en que, según una encuesta de NBC News, el 71 por ciento de los norteamericanos investigados, el país está yendo por el camino equivocado. El “mérito”, al parecer, le cabe a Biden.