Por: José Rafael Gómez Reguera
Hace hoy 31 años, el Centro Histórico de Trinidad y su Valle de los Ingenios fueron declarados como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (UNESCO). Es obviamente, fecha de celebración, de pasar revista a lo que se ha hecho en algo más de tres décadas, pero también de analizar cuánto falta por conseguir.
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La ciudad de Trinidad, Monumento Nacional de la República de Cuba, puede enorgullecerse porque ha dejado atrás las huellas negativas del tiempo, y mantiene en pie sus más emblemáticas edificaciones, casas, calles, parques, plazas y plazuelas, pero también una valiosa cultura inmaterial, gracias al quehacer de sus hijos, entre ellos los especialistas del sector cultural y de la esfera patrimonial. Por ello, cada año que pasa, Trinidad es más hermosa todavía.
Devenida destino turístico por excelencia, por sus múltiples propuestas, y Cerca del mar y del monte, como reza una popular melodía, la Tercera Villa de Cuba preserva su cultura en todos los sentidos, desde lo arquitectónico propiamente dicho hasta sus hábitos y costumbres, tejidos, bordados, deshilados y tradiciones alfareras y artesanales en general.
Pero también su música, costumbres campesinas y de ascendencia africana, religiosas, bailes, y tradiciones culinarias, estas últimas, potenciadas en los últimos años en pos de la preciada condición de Ciudad Gastronómica del orbe, una vez ya alcanzadas las de Ciudad Artesanal del Mundo y Ciudad Creativa, todas vinculadas a la UNESCO.
El tema gastronómico, infaltable en cualquier región que se precie de rescatar y conservar lo que le puede singularizar ante otras ciudades y países, tiene en los eventos Trinidad Gourmet un fuerte puntal, habida cuenta de los favorables resultados ya alcanzados en sus encuentros correspondientes a los años 2018 y 2019, en tanto ya se vislumbra lo que deberá suceder en el cercano 2010.
Si bien Trinidad es considerada la Ciudad Museo del Caribe, por las numerosas instalaciones de su tipo que existen en la Plaza Mayor y un poco más allá de sus límites, ciertamente el más importante museo es la propia ciudad, reconocida así en la XII Reunión del Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO, celebrada en Brasilia, Brasil entre los días 5 y 9 de diciembre de 1988. Como bien público aparece bajo la protección legal y jurídica de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
El 8 de diciembre de 1988 el Comité Intergubernamental de Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO declaró a Trinidad y su Valle de los Ingenios, Patrimonio Cultural de la Humanidad, en reconocimiento a los méritos de esta ciudad y su cercana zona rural, ejemplo eminente de un periodo histórico significativo y de un hábitat humano tradicional.
Es Trinidad, al decir del Historiador de La Habana, Eusebio Leal Spengler, la joya de la corona de las ciudades patrimoniales de Cuba.
La enciclopedia colaborativa cubana Ecured define que hacia el año 1837, la ciudad poseía el mayor número de edificaciones de mampostería y techos de tejas por habitantes de Cuba. Además, añade, el desarrollo agrícola alcanzado en su valle era importante en relación al cultivo de la caña de azúcar, por ello se calculaban que coexistían unos 56 ingenios (fábricas) productores de azúcar y para desarrollar los trabajos se disponía de una dotación de unos 11 600 esclavos, la población era de unos 28 706 habitantes.
El Valle de los Ingenios o Valle de San Luis, cercano a la ciudad, es un monumento arqueológico de la industria azucarera. En este se conservan numerosas ruinas de las instalaciones relacionadas con la fabricación del azúcar, como los ingenios, los barracones y viviendas de verano, antiguas y hermosas casas-haciendas, hoy en proceso de restauración y recuperación total, para promover en esa área el turismo rural.
Esto propició el desarrollo de una arquitectura industrial monumental que se preserva con ejemplares citadinos como el Cuartel de Dragones (1824), la Plaza Carrillo (1836–1840), la calzada de la Ermita de la Popa (1849), la Plaza Mayor y la Iglesia Mayor de la Santísima Trinidad. Todas estas construcciones son testimonios excepcionales de la época de apogeo de la industria azucarera del Caribe.
Algo más de tres décadas en la Lista del Patrimonio Mundial significan mucho para Trinidad. Alto es el compromiso a fin de mantener este reconocimiento, que no es permanente, sino que depende de cuánto se logre para hacer perdurable la huella del hombre, y que la Villa del Táyaba. El trabajo cotidiano de la Oficina del Conservador y sus obreros y especialistas es decisivo. También el de todas sus gentes. Celebremos por el camino andado. Brindemos por el éxito del que debemos seguir transitando.