Che y su pasión por los deportes

Che ajedrecista . Foto archivo.
Che ajedrecista . Foto archivo.

El Che sintió siempre gran afición por los deportes. A lo largo de su vida, el Guerrillero Heroico se adentró en los secretos del ajedrez, el fútbol, el tiro, la natación, el golf, el motociclismo, el escalamiento, la pesca, el remo, el salto con garrocha y el tenis de mesa, entre otros

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Por: Joaquín Gómez Serra

Relatan testimonios que el carácter emprendedor y la perseverancia del Che se forjaron desde bien pequeño. Su padre Ernesto Guevara Lynch así lo relata: «…Ernestico comenzaba a caminar. Como a nosotros nos gustaba el mate, lo mandábamos hasta la cocina, distante unos 20 metros de la casa […] entre la cocina y la casa, una pequeña zanjita ocultaba un caño. Allí tropezaba siempre el crío y caía con el mate entre sus manitas, se levantaba enojado y cuando volvía con una nueva cebada, de nuevo volvía a caer. Empecinado siguió trayendo el mate una y otra vez, hasta que aprendió a saltar la zanja».

Este fue el primer salto de un futuro luchador y deportista que años más tarde lo haría de nuevo en todos los escenarios y competencias.

En su testimonio continúa exponiendo Ernesto Guevara Lynch «…Tomaba lecciones de un gran nadador de aquella época, el campeón argentino de estilo mariposa, que se llamaba Carlos Espejo. A este le había caído en gracia el chico y le enseñaba gratis… Sin duda alguna la natación le hacía mucho bien para su asma, siempre que lo hiciese moderadamente. Le daba mayor capacidad torácica ensanchándole los pulmones; pero los médicos me habían recomendado que no le permitiera excederse porque ello significaría esforzar su corazón y es sabido que los asmáticos deben cuidar bien este órgano, porque el asma lo obliga a trabajar mucho…

«…Pero lo que yo ignoraba era que Ernesto, desde mucho tiempo atrás, venía entrenando más de dos horas diarias. Cuando iba a la pileta con ellos, no me retiraba hasta que el último no hubiera salido del agua; siempre estaba cuidándolos, pero lo que no sabía que a la tarde se escapaban e iban a entrenar. Yo, muy ingenuo, creía que debía estar en la pileta por si alguno corría peligro, sacarlo del agua. Lo cierto es que si esto hubiera ocurrido, lo probable es que ellos hubieran tenido que sacarme a mí…

«…Estando una tarde en mi casa, alguien que llegaba del Sierras Hotel me comentó que Ernesto hacía más de una hora y media que estaba entrenado en la pileta.

-¿Cómo en la pileta -dije-, si yo no le he dado permiso para ir allí?

Y cuando pensé que ya llevaba más de una hora y media nadando, me alarmé. Su asma no le permitía hacer esas cosas.

Fui inmediatamente al Sierras Hotel y pude ver cómo un montón de chiquilines que oficiaban de ayudantes del “futuro campeón” -reloj en mano- controlaban los tiempos mientras discutían entre ellos si tardaría tanto o cuánto en hacer sus cien piletas».

En los estudios sobre la trayectoria y el legado deportivo de Ernesto Guevara, eternamente el Che, el periodista Helio Ángel Menéndez García, escribió en el periódico Cuba ahora: «Sin embargo su fiel confesora, y que le guardaba los secretos fue su tía paterna, Beatriz Guevara Lynch, a quien le relató su primera hazaña deportiva: “Querida Beatriz la sorpresa es que lla sé nadar justo el día de tu cumpleaños aprendí a nadar recibe besos de Ernestito”. Lo hizo en una carta escrita de su puño y letra el 22 de enero de 1933. Tenía cuatro años de edad».

La natación fue el primer deporte al que se dedicó; su madre había sido una destacada nadadora y lo enseñó como un ejercicio terapéutico para combatir los efectos del asma. Según contó don Ernesto, el padre, en ese tiempo llegó a ser “un excelente jugador de golf”, y se inició en las caminatas y el montañismo, ejercicios que lo ayudarían en los días de la Sierra Maestra.

En Alta Gracia también incursionó en el boxeo y se exigió hasta rendir en el ping pong. El tenis, en cambio, fue en aprendizaje posterior, de cuando la familia se mudó a Córdoba capital y alquiló una casa pegada al Lawn Tennis de la ciudad.

En 1939, Ernestito conoció el ajedrez a partir de su relación con una familia española republicana que había llegado a Argentina huyendo del franquismo. Este aprendizaje no solo arraigó en él la pasión por el Juego Ciencia sino que despertó su interés por la Olimpíada Mundial –entonces Torneo de las Naciones– que se disputaba ese año en Buenos Aires. Allí nuestro José Raúl Capablanca se distinguía entre los principales contendientes.

Muchas evidencias existen de su paso por las diferentes actividades deportivas. Editó en 1951 Tackle, un tabloide sobre fútbol rugby, con comentarios suyos bajo el seudónimo de Chang Cho. Un año antes la revista El Gráfico había publicado una foto de Ernesto en una bicicleta con motor, y una carta donde relataba que en el segundo semestre de 1949 había realizado una gira de 4 000 kilómetros a través de doce provincias argentinas.

Como se conoce, en diciembre de 1951 el Che comenzó un viaje por Suramérica junto a su amigo Alberto Granados. Las frecuentes roturas de ‘La Poderosa’ (la moto empleada en la expedición) los obligaron a cumplir buena parte de la ruta caminando o ‘a dedo’ (en botella), y hasta incursionaron en juegos de fútbol. Luego concluyeron su periplo como ‘remeros’, a bordo de una balsa con el nombre de Mambo-Tango, que les permitió enfrentar las caudalosas aguas del Amazonas.

Luego del triunfo de la Revolución un deporte marcó la vida del Che: el ajedrez. Dos veces ganó los campeonatos del Ministerio de Industrias y ascendió, gracias a sus resultados, a la primera categoría competitiva del Inder. También enfrentó en simultáneas a grandes maestros como los soviéticos Victor Korchnoi y Mijail Tal, al argentino Miguel Najdorf, y se dio el gusto de vencer al maestro nacional cubano Rogelio Ortega.

El encuentro con su compatriota Najdorf, en 1962, fue el segundo duelo entre ambos. Guevara, joven desconocido en 1949, había hecho tablas con él en Mar del Plata y ahora, ya convertido en Comandante, el tope volvió a quedar sin vencedores.

El Che fue el principal impulsor de la práctica del ajedrez en Cuba. Influyó en su masividad y en el éxito de los torneos Capablanca In Memoriam. En reconocimiento a sus méritos, la Federación Cubana de la disciplina ha referido: «No solo fue un constructor de la Primera Revolución Socialista de América sino que, además, su presencia constituyó un aliciente de inocultable valor para el naciente movimiento deportivo cubano».