
Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
El centro turístico conocido como taberna La Canchánchara, y el trago de procedencia mambí que allí se expende, en el corazón del Centro Histórico de la ciudad de Trinidad, declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad junto a su Valle de los Ingenios, es de esos símbolos de los que no puede desprenderse la Tercera Villa de Cuba.
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Hablar de ello nos remite a la típica casona colonial en la antigua Calle Real, al muy auténtico trago a base de aguardiente, miel y limón, y también a una graciosa vasija de barro que ha recorrido el mundo con el sello indiscutible de lo local.

Fue precisamente en el taller de cerámica El Alfarero, propiedad originaria de la familia Santander, y de las manos de Daniel Santander Alcántara, Chichi, donde nació hace ya 28 años ese vaso regordete ideal para degustar la bebida que sabe diferente cuando la mezcla se revuelve y entra en contacto con el frío de la arcilla.
Desde la misma concepción del establecimiento, en lo cual participaron los más prestigiosos museólogos de Trinidad, también fue diseñado el modelo de la vasija, según rememora Chichi Santander, uno de los troncos de la familia con más arraigada tradición alfarera en la región.

“Le dieron la tarea a Víctor Echenagusía Peña, y a Silvia Teresita Angelbello Izquierdo, y ellos me escogieron a mí para, juntos, decidir cómo íbamos a elaborar la vasija de la Canchánchara, e igual, la decoración de la taberna. Hicimos varios tipos de piezas en El Alfarero. Todavía yo no tenía mi propio taller.

Se hicieron algunos vasos largos, entre otros prototipos, hasta que al fin escogimos la pieza que sirve para ofrecer ese trago. Desde entonces, se ha mantenido igual, y ya lleva 28 años produciéndose y usándose”.
La pieza moderna, de la cual se hacen pedidos hasta para el extranjero, y la numerosa red de restaurantes y cafeterías particulares de la ciudad de Trinidad, se sigue elaborando a partir del barro y esmaltes, ahora mucho más puros y naturales, que armonizan de manera perfecta con ese trago, la canchánchara, que tiene a la Ciudad Museo del Caribe como su patria adoptiva.