Por: José Rafael Gómez Reguera
La añoranza por la escuela revive este lunes en cada familia trinitaria. Las actuales condiciones higiénico-sanitarias, relacionadas con la pandemia de la COVID-19, han impedido que el curso escolar interrumpido reinicie actividades, que fluya todo lo relacionado con el nuevo período lectivo, que nuestros niños aprendan más y sus familias estén confiadas y, desde luego, felices. CUBA ANTE LA COVID-19 (I) (II) (III) (IV) (V) (VI) (VII) (VIII) (IX) (X) (XI)
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Largos han sido los meses de confinamiento. No pocas veces se ha tratado de que la “normalidad” haga nido en la Tercera Villa de Cuba y sus alrededores, y las escuelas se llenen nuevamente de voces alegres, de maestras y maestros dispuestos a darlo todo y a cuidar a los retoños trinitarios, al transmitir su sabiduría en una Educación que, además de las materias de cada nivel, privilegia la formación de hombres y mujeres dignos de su tiempo, capaces de llevar las riendas de la nación en el futuro.
No ha sido posible. Los dos eventos de transmisión local abiertos en el territorio, el incremento de los casos positivos y de sus contactos, algunos de ellos también contagiados por el nuevo coronavirus, han impedido que nuestros pequeños colmen las calles y, aunque sin olvidar las medidas de protección individual y colectiva, y aun con esa prenda que ha llegado a formar parte de nuestra cotidianidad y parece que nos acompañará por bastante tiempo todavía, el nasobuco, encontrar en el estudio la manera de crecer.
Es por ellos, y por todos los demás, que se impone cumplir las orientaciones del Consejo de Defensa Municipal, evadir aglomeraciones, mantener tanto el distanciamiento social como el físico, hacer solo las visitas imprescindibles, desinfectarnos el calzado y lavarnos con frecuencia las manos; en fin, ser disciplinados. Solo ello podrá salvarnos de nuevos casos positivos, evitar que el confinamiento haga daño a esos pequeñines inevitablemente afectados psicológicamente tanto como los adultos mayores, y consigan sonreír en sus aulas, bromear, saberse a salvo y aprender, como pedía Martí, algo nuevo cada día.