Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
De altruismo y sensibilidad se escriben las historias que protagonizan hoy los profesionales de la salud en Cuba y muchas naciones del mundo; la COVID-19 en la era de internet y del más impresionante desarrollo de la tecnología, ha demostrado en cambio cuán frágiles somos los seres humanos y que la vida, la nuestra y la de nuestros semejantes, vale cualquier sacrifico, cualquier desafío. CUBA ANTE LA COVID-19 (I) (II) (III) (IV) (V) (VI) (VII) (VIII) (IX) (X) (XI) (XII)
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Y en esas coincidencias de la historia –no tan fortuitas- celebramos este tres de diciembre el día de la Medicina Latinoamericana para recordar al camagüeyano Carlos Juan Finlay, desinteresado, tenaz y paciente, que no renunció a la búsqueda de la verdad científica y demostró su teoría sobre la transmisión de enfermedades, además de descubrir al mosquito Aedes aegypti como agente causante de la fiebre amarilla.
Más de un siglo después, hombres y mujeres, con el mismo sentido heroico de una profesión de amor, han llegado a numerosas naciones del planeta para ofrecer la atención médica como uno de los derechos más elementales; en la memoria el primer contingente que brindó su apoyo solidario en Argelia en 1963 para iniciar un camino que recorren cientos de miles de profesionales de ese sector acompañados de luz y esperanza.
Desde entonces, el personal de salud cubano ha sido convocado a los escenarios más tristes y complejos: Pakistán, Venezuela, Ecuador, azotados por terremotos y otros desastres naturales. También en el combate a la epidemia de cólera que siguió al terremoto que dejó en ruinas a la empobrecida Haití en el 2010; y el enfrentamiento alébola en África Occidental, en octubre del 2014 en Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry.
Pero hoy los escenarios contra el dolor y la muerte se multiplican; el nuevo coronavirus se ha extendido por más de 160 países y la humanidad asiste a la peor crisis sanitaria de la historia. Lamentablemente, en América Latina y el Caribe la COVID-19 cobra miles de víctimas y confirma la ausencia de programas de salud asequibles a las grandes mayorías; otra vez los colaboradores cubanos han alistado su equipaje de profesionalidad y altruismo para vencer a la muerte.
En Cuba abundan por estos tiempos los testimonios de nobleza de los estudiantes de las Ciencias Médicas en las pesquisas y en la atención médica,el aporte de los científicos de la Isla al tratamiento de del virus SARS-CoV-2, la entrega de pantristas y personal de servicio, la solidaridad de todos.
Es el internacionalismo de nuestros médicos, estomatólogos, enfermeros, en su mayoría licenciados, técnicos especializados; es también el humanismo que esta vez hemos comprobado en nuestra isla: en los hospitales, en los centros de aislamiento, en las zonas rojas y en la retaguardia, porque la sonrisa de un niño o el agradecimiento de una familia, constituyen el mejor premio por las horas de desvelo y consagración dedicadas a sanar y devolver sonrisas.