José Raúl Capablanca, el rey del ajedrez en Cuba

Por: Rafael Novoa Pupo

Corría el año 1892, cuando el niño José Raúl, aprendía a jugar a pie de tablero observando a su padre, el comandante del ejército español José María Capablanca, educado, culto y aficionado a las 64 casillas. Ese mismo año, un duelo ajedrecístico les enfrenta, yel pequeño derrota a su progenitor. Más tarde, el pequeño escribiría sobre su padre recordando esas primeras partidas: «Era un mal ajedrecista, pero un buen soldado».

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Jose Raúl Capablanca, nació el 19 de noviembre de 1888 en la instalación militar del Castillo del Príncipe, en La Habana. A los 13 años, sin haber estudiado realmente la disciplina, gana el campeonato de Cuba derrotando a Juan Corzo, el mejor jugador del país. Catalogado como el segundo niño prodigio, ya que el primero había sido el norteamericano Paul Charles Morphy, el novato ajedrecista demuestra partida a partida que posee un talento innato, lo que se llama un jugador natural.

En 1906 Capablanca ingresa en la estadounidense universidad de Columbia, pero nunca aparta su auténtica pasión por el ajedrez. Juega partidas rápidas y llega a derrotar en un torneo al campeón del mundo, el alemán Emmanuel Lasker. Durante el invierno de 1908-1909 emprende una gira de simultáneas por Estados Unidos. A su vuelta, cuando contaba con solo 20 años, disputa un encuentro contra el mítico campeón norteamericano Frank Marshall, al que supera con gran facilidad al obtener 8 victorias, 1 derrota y 14 tablas.

Esta aplastante victoria, constituye su pasaporte al torneo de San Sebastián de 1911, cita de acceso muy restringido, que sólo admitía a los maestros que hubieran obtenido al menos dos terceros premios en un torneo. Su participación solivianta a algunos jugadores como OssipBernstein, pero Capablanca les da una lección frente al tablero, proclamándose vencedor del torneo. Entre sus víctimas se encuentra el propio Bernstein, ante el que protagoniza una victoria, muy elogiada.

En septiembre de 1913 consigue un trabajo como diplomático en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba. Su sueldo le permite seguir disfrutando de su pasión ajedrecística y realizar algunos viajes al exterior en busca de nuevos desafíos. Capablanca se hace famoso en su país, y durante diez años se mantiene invicto. Esta trayectoria le lleva a enfrentarse en 1921 en match por el título mundial contra el alemán Emmanuel Lasker, el segundo de la historia en ostentar tal título. El torneo empieza en La Habana en marzo y termina en mayo, con cuatro victorias de Capablanca, diez tablas y ninguna derrota. Lasker, desmoralizado, abandona el encuentro, pactado a 24 partidas, cuando aún quedan diez para su finalización. Capablanca, imbatible se convierte en el nuevo campeón del mundo. Su primera derrota no llegará hasta 1924 cuando, en el torneo de Nueva York, Richard Reti le vence. La hazaña del húngaro, se publica en la portada del New York Times.

Tres años más tarde, en 1927, Capablanca pierde el título de campeón mundial al ser vencido por el ruso-francés Alexander Alekhine en la final disputada en Buenos Aires. El resultado se cierra con seis partidas ganadas por Alekhine, tres por Capablanca, y 25 tablas. El vencedor anuncia que le dará la revancha en menos de dos años, pero a la hora de la verdad, jamás acepta volver a enfrentarse a él.

Entre 1927 y 1936, Capablanca juega 14 torneos de los que gana siete, y queda segundo en cinco, pero ya no es considerado un mito.

En 1928 empieza a tener problemas de salud como hipertensión. Vive entre Cuba y Nueva York. Contra todo pronóstico, el mundillo ajedrecístico se revoluciona cuando el invencible resurge con su genio más espectacular en 1939. Su participación en la Olimpiada de ese año, se salda con una gran victoria, Capablanca no pierde ninguna partida, y logra un total de 11,5 puntos sobre 16 posibles, lo que le hace merecedor de la medalla de oro en el primer tablero, logrando un nuevo desquite frente a Alekhine, que debe conformarse con la medalla de plata, como primer tablero de Francia.

Con 51 años y tras este último desquite frente a su histórico rival, decide dejar de competir.

Tachado de indolente, la clave de su genialidad radicó en una profunda compresión de la estrategia, muy superior a los conocimientos formales de la época, por lo que ya era apodado por muchos como “La máquina humana”.

Dotado de un talento innato para este deporte, Capablanca simbolizó al jugador natural que en el análisis y el cálculo, juega por intuición. Su estrategia se basaba en no estudiar mucho el juego, salvo los finales. Sus primeros estudios sobre las aperturas fueron en 1917, para impartir clases a una joven compatriota de doce años a la que consideraba dotada para el juego.

En la última etapa de su vida, Capablanca se atreve también a debutar en las ondas e imparte clases de ajedrez por la radio norteamericana. Durante sus estancias en la Gran Manzana, Capablanca gustaba de visitar todas las noches el Club de Ajedrez de Manhattan, frente al Central Park de Nueva York.

El fatídico 8 de marzo de 1942, la muerte le acechaba junto al tablero. Pocos minutos antes de las nueve, el gran maestro observa una partida que juegan dos aficionados. Está de buen humor, bromea y comenta las jugadas cuando de repente se levanta y exclama: “Por favor, ayúdenme a quitarme el abrigo. Tengo una jaqueca insoportable”. Acto seguido se desploma.

Trasladado con urgencia al Hospital Mount Sinaí en estado de coma, una hemorragia cerebral acaba con su vida. El Campeón no logra recuperar el conocimiento, hasta que el reloj deja de contabilizar sus movimientos a las 5:30 de la mañana. Era derrotado con un limpio jaque mate, el mejor ajedrecista de la historia de Cuba.

José Raúl Capablanca, fue sepultado en La Habana en la Necrópolis de Colón con grandes honores, propios de un héroe, atendiendo a su petición, su tumba es custodiada por un majestuoso rey marmóreo, obra de Florencio Gelabert. Fulgencio Batista, Presidente de Cuba, se hace cargo de los trámites funerarios del carismático ajedrecista, el personaje con más impacto internacional de la historia contemporánea del país hasta entonces.

En su carrera ajedrecística, Capablanca acumuló un total de 302 victorias, 246 tablas y 35 derrotas. Ha sido el único campeón mundial que ha tenido Cuba, y su trayectoria fue reconocida por la Federación Internacional de Ajedrez. (Con información de Periódico Vanguardia y Ecured).