Por: Rafael Novoa Pupo
Aunque el nombre de Francisco Muñoz Rubalcava, no aparezca entre los nombres más conocidos de la estirpe heroica de 1868, fueron varios sus méritos. El más grande fue su contribución a que los revolucionarios del Oriente y del Camagüey se vieran por primera vez las caras, y que juntos, con sus diferentes percepciones del mundo, pensaran un proyecto de patria.
OTROS MATERIALES DEL TEMA HISTÓRICO
Ayer, hoy y mañana, la Consigna "Patria o Muerte", es sagrada Juan Gualberto Gómez, periodista y patriota cubano, fiel a los principios independentistas de la patria 4 de marzo de 1870: Martí es condenado a prisión por Consejo de Guerra español Bonifacio Byrne, el poeta de la Bandera 26 de febrero de 1869: Asamblea de Representantes del Centro, aprueba en Sibanicú, abolición de la esclavitud
Francisco Muñoz Rubalcava nació el 25 de junio de 1825 en Santiago de Cuba en un hogar de desahogada posición económica, que le permitió una esmerada educación. Como los jóvenes ilustrados de cualquier familia acomodada, viajó por ciudades de Europa y de Estados Unidos donde estudió y trabajó.
Antes de ser el soldado mambí de aquella guerra grande, Muñoz Rubalcava fue poeta y narrador. Sus poemarios y novelas son piezas que cuentan de una sensibilidad transpuesta en palabra bien escuchada en los preparativos de la lucha.
En sus novelas se inscribe la perenne inquietud de personajes que no se cansan de ir de un lugar a otro. Pudiera ser un paralelismo con su propia vida, caracterizada por transitar de ciudad en ciudad, y dejar en tantas publicaciones de tantos lugares la huella de su talento y de su amistad.
Ese espíritu de aventura le permitió conocer las señas de la conspiración. Los servicios secretos españoles, muy eficientes, supieron detectar y valorar ese papel. En un libro hispano editado en 1869, se mencionan las tres figuras más importantes de la rebelión según la mirada integrista más recalcitrante.
La campaña calumniosa del enemigo no escatimaba epítetos terribles contra ellos. El primero era Carlos Manuel de Céspedes, a quien se le acusaba de ser un hombre de travesura, bígamo, un monstruo capaz de darle de bofetones a su madre y dispararle un tiro a su padre, que por estar arruinado y no pagar sus deudas, se había alzado para no pagarlas.
El segundo era Francisco Vicente Aguilera a quien se le atribuían escasas luces en el intelecto, y por tanto proclive a crímenes y a excesos al frente de aquellas bandas de forajidos. El tercero era precisamente Francisco Muñoz Rubalcava. El informe lo defenestraba como un hombre al margen de la ley, que unas veces estaba perseguido por sus delitos, y que en otras ocasiones huía sin persecución. Hasta se aseguraba que tenía pendiente un juicio por cuatrero, y por falsario.
Al margen de la infamia, el punto de vista no deja de ser revelador. Muñoz Rubalcava se casó en segundas nupcias con una patriota tunera, Tomasa, hermana de Francisco Varona González, y prima de Vicente García González. El vínculo empezó en la literatura, siguió en el amor, y terminó en la Revolución.
El escritor revolucionario, fue clave en la proporción de nombres. Eso explica que su tierra adoptiva fuera la sede de las principales reuniones preparatorias de la Guerra de 1868, y que en aquella primigenia de San Miguel de Rompe del 4 de agosto, casi dos meses antes del estallido, fueran él y Vicente García González los representantes de Las Tunas.
Francisco Muñoz Rubalcava reclutó soldados, y dirigió la operación victoriosa de las armas mambisas el 18 de octubre de aquel propio año en San Miguel de Manatí, primer pueblo quemado en holocausto por la independencia. Hasta se le atribuye el encanto de atraer a las filas insurrectas al cura de la comarca, Braulio Odio Pécora, que de acuerdo con referencias al uso, siguió oficiando sus servicios entre los combatientes, y que hasta alcanzó grados militares.
La hoja de servicios de Francisco Muñoz Rubalcava, cuenta de numerosos combates, de su presencia en el Estado Mayor del León de Santa Rita, de su ascenso al grado de General, de su designación como segundo al mando del Camagüey subordinado al Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, de su arresto por una banda al servicio de España, y de la sentencia de muerte de su ejecución el 6 de marzo de 1873, en la Plaza del Cristo de Santa María del Puerto del Príncipe. (Con información de Radio Rebelde y Ecured).