Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
René Díaz Cabrera fue de los primeros en el municipio espirituano de Trinidad en recibir tierras en usufructo. Nacido y criado en las montañas del Escambray, decidió dedicarse al cultivo del café y hoy sus cosechas despuntan por los altos rendimientos y el buen estado de las plantaciones.
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“Comencé en el año 1995 con la idea de aprender todos los secretos del grano a base de mucho trabajo, de horas y horas recorriendo la finca, escuchando a los productores más viejos. He tenido la posibilidad de intercambiar con cafetaleros orientales, pinareños, y de todos saco experiencias que luego pongo en práctica; me siento muy satisfecho con los resultados.”
En la cosecha anterior “picó” casi las mil latas de café; “fue un año duro por la sequía”-dice sin ánimo de justificaciones y con tono optimista se concentra en la venidera etapa: “ahora ha llovido un poco más, aunque la variedad Robusta necesita menos agua; las plantaciones tienen una floración muy buena, por lo que pronostico mayores niveles de recolección. Es un cultivo muy agradecido y recompensa todo el esfuerzo que le dedicas.”
Este productor de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Conrado Benítez, de la zona de Pitajones, reconoce los beneficios del programa de renovación cafetalera y de las atenciones a los cafetos en el momento justo: “comencé la poda en cuanto terminé la cosecha, luego el deshije; tengo también una hectárea de café de injerto nuevo con un pronóstico de cerca de 300 latas”.
La finca de René Díaz Cabrera abarca 13 hectáreas, 9 dedicadas al cultivo del café y el resto para el autoconsumo: “siembro plátano, yuca, tomate y frutas que sirven para alimentar a mi familia y colaboro también con vecinos y amigos; en esta comunidad somos muy unidos y nos ayudamos unos a otros.”
De hablar pausado, este caficultor prefiere hablar de trabajo y no de reconocimientos, entre los que destacan la medalla Antero Regalado, que otorga la dirección nacional de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, el sello 60 Aniversario de la ANAP y la condición de vanguardia nacional en varias ocasiones.
Desde que puso un pie en el cafetal, René comprendió que se trataba de una faena dura, que no conoce de horarios porque cuando comienza la maduración se acabó el descanso, pero disfruta el ajetreo de la cosecha, de los días que se juntan con las noches, mientras se embriaga de un aroma que es símbolo de estas serranías.