
La otrora Escuela de Hotelería y Turismo, devenida Centro de capacitación para directivos y trabajadores del ramo, prosigue como extensión del Hospital General de Trinidad y hja sido clave en el enfrentamiento a la pandemia de la COVID-19
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Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
Si la Escuela de Hotelería y Turismo funciona con eficiencia como extensión de los servicios del Hospital General de Trinidad, se lo debe en gran parte al equipo de trabajo del hotel Village Costasur que desde comienzos de septiembre asume las labores administrativas, de alimentación y de limpieza para garantizar la calidad de la atención médica.
César Besada Novoa, jefe de recepción de la instalación turística, no niega su preocupación cuando lo asignaron como responsable de la nueva tarea; pero dos meses después agradece la posibilidad de acompañar al personal sanitario en esta batalla contra la COVID-19 y también a los pacientes hospitalizados en el centro, la mayoría recuperados.
“Al principio sentimos temor por la enfermedad y el riesgo al contagio, pero no dudamos en dar el paso al frente. Adaptar la escuela a hospital también fue complejo, se tuvo que improvisar hasta una pequeña morgue; pero contamos con la asesoría del grupo de trabajo del Ministerio de Salud Pública y se lograron habilitar todas las áreas que se necesitan para atender a pacientes incluso graves”.
Este profesional del turismo, con una amplia experiencia en la industria sin humo, define el apoyo como “una inyección de vida al hospital” mientras recuerda las situaciones difíciles, los momentos de mayor tensión cuando llegaron a tener 92 ingresos y el fallecimiento de tres personas por complicaciones de la enfermedad.

César también reconoce que sin la entrega de sus compañeros hubiera sido imposible asumir esta responsabilidad: “Es un equipo pequeño, pero muy unidos, con muchos deseos de trabajar. Es un privilegio acompañar y apoyar a los médicos, a las enfermeras, a todo el personal sanitario que se entrega para cuidar y salvar a los enfermos. Ha sido una interrelación muy buena, muy provechosa, que nos fortalece”.
El equipo de trabajo lo integran dos cocineras, un dependiente, una camarera, un trabajador de mantenimiento y el jefe de recepción del centro turístico, los cuales se encargan de la elaboración y entrega de los alimentos en Zona Roja, la limpieza de las habitaciones y del resto de las áreas, entre otras labores que han realizado con amor y profesionalidad para que los pacientes se sintieran a gusto pese a la enfermedad.
Una experiencia que todos definen como positiva y solidaria. Lo confirman también los profesionales de la Salud asignados a la institución ubicada a unos dos kilómetros de la ciudad, y en particular los pacientes que agradecen el desvelo de estos hombres y mujeres convencidos de la nobleza de su tarea. “Estamos dispuestos a permanecer todo el tiempo que sea necesario y también dar nuestro apoyo en otro centro”, sentencia César como mejor epílogo de esta historia de solidaridad.