Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
El Valle de los Ingenios, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, fue uno de los más grandes emporios azucareros de Cuba en los años de la colonia española con grandes extensiones de tierra dedicadas al cultivo de la caña de azúcar; hoy el propósito apunta a diversificar las producciones e incorporar otros renglones como las viandas, hortalizas y frutales a fin de satisfacer las demandas de los habitantes de Trinidad.
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Lo anterior constituye un desafío para el sistema de la agricultura en el territorio que a través de las 12 bases productivas asentadas en la fértil llanura estimula la siembra de esos renglones; sin embargo, los niveles de producción y entrega todavía resultan insuficientes para cubrir las necesidades de los trinitarios, en primer lugar y de otros destinos como la industria turística.
El sistema de la agricultura local se inserta en el Plan de Desarrollo Integral del Valle de los Ingenios, donde se implican además el Ministerio de Turismo, la Oficina del Conservador de la ciudad, la Empresa Nacional para la Protección de la Flora y la Fauna, entre otras entidades. Según apunta Yamaxi Rodríguez, delegada del ramo en el municipio, el número de áreas rescatadas del marabú en ese sitio con valores patrimoniales y paisajísticos aumenta.
“Las plantaciones cañeras cubren hoy cerca de 80 hectáreas, sobre todo en áreas cercanas a la hacienda Guáimaro, pero potenciamos la siembra y comercialización de frutales y cultivos varios en otros sitios, como es el caso de San Isidro de los Destiladeros, donde se potencia la cría de ganado mayor”.
Yamaxi Rodríguez mencionó además el proyecto que impulsa la Empresa Forestal del municipio en los alrededores de la hacienda Guachinango que beneficiarán unas 160 hectáreas dedicadas a la siembra de frutales, árboles maderables, hortalizas y vegetales frescos.
Por su ubicación privilegiada cercana a Trinidad y sus tierras fértiles, el Valle de los Ingenios retoma su protagonismo, no solo como testigo del esplendor de la industria azucarera en el siglo XVIII cubano, sino también como enclave productivo para proveer de alimentos a la ciudad.